Steve Jobs y Sam Altman comparten algo más que su visión innovadora. Ambos han formado parte de un exclusivo "club del dólar", donde el sueldo es simbólico y la pasión el verdadero motor. Pero, ¿qué hay detrás de esta peculiar decisión? Ser CEO de una compañía conlleva muchas responsabilidades y, a cambio, se entiende que debería haber un buen sueldo. De hecho, entre las personas más ricas del mundo, la mayoría son empresarios tecnológicos.
¿Cómo es posible entonces que cobrasen solo un dólar? Steve Jobs tenía un yate millonario, mansiones... y Sam Altman tiene un McLaren F1 de 20 millones de dólares. Y esto, cobrando solo un dólar, no se compra solo.
Steve Jobs: el pionero del dólar simbólico
Cuando Steve Jobs regresó a Apple en 1997, la compañía estaba al borde del abismo financiero. En un gesto que mezcla simbolismo y estrategia, Jobs optó por un salario anual de 1 dólar. Sí, has leído bien: un dólar. De esta forma, todas las ganancias que obtuviera estarían relacionadas con el porvenir de la compañía, ya que su verdadera recompensa venía en forma de acciones.
Si Apple iba mal, las acciones iban mal. Y, por lo tanto, Steve Jobs cobraría menos dinero. Pero si lo hacía bien... llegaría a ganar miles de millones de dólares. Concretamente, Steve tuvo 5,5 millones de acciones de Apple en su poder, y con ellas un patrimonio que superaba los 2.000 millones de dólares cuando falleció en 2011. No está mal para alguien que cobraba menos que un café al año, ¿verdad?
Sam Altman también cobra una cifra irrisoria por ser el CEO de OpenAI
Ahora hacemos un "fast forward" a 2024 y nos encontramos con Sam Altman, el CEO de OpenAI y dueño de ChatGPT. Una de las empresas que mejor se lleva con Apple y que sigue muchos de los pasos de Steve Jobs... más o menos. Sam Altman gana 76.000 dólares al año, una cifra que, en Silicon Valley, es casi tan simbólica como el dólar de Jobs. Cualquier desarrollador medio supera fácilmente esa cifra, por no hablar ya de puestos intermedios en cualquier otro sector.
"Este es el trabajo de mis sueños de la infancia", declaró Altman en una cumbre del New York Times. Y vaya si lo es. Imagínate dirigir una de las empresas de IA más punteras del mundo por lo que algunos gastan en un coche de gama media. Para él, lo importante es trabajar y sentarse con los investigadores más inteligentes del mundo para seguir adelante con "esta loca aventura".
Pero aquí viene lo que te sorprenderá aún más: Sam Altman no tiene acciones de OpenAI. Nada. Ni una. Una decisión que ha dejado a más de un inversor rascándose la cabeza. Su empresa está valorada en 157.000 millones de dólares, donde incluso un 1% generaría una buena remuneración.
La decisión de no tener participación en OpenAI no es un simple gesto de altruismo. La estructura única de la empresa, que opera como una organización sin ánimo de lucro con una rama comercial, requiere una junta directiva con miembros "desinteresados". Especialmente tras el episodio de su despido y posterior reincorporación, Altman ha mantenido esta postura.
Aunque algunos inversores ven con recelo esta decisión. ¿Qué CEO no quiere tener una parte del juego? La junta directiva está considerando ofrecerle un 7% en la futura reconversión de OpenAI a una empresa completamente con fines de lucro. "Si pudiera volver atrás en el tiempo, habría tomado algo de capital, aunque fuera un poquito, solo para no tener que responder nunca a esta pregunta", admitió Altman en la misma entrevista.
No es que lo necesite especialmente: su fortuna personal, estimada en 1.100 millones de dólares según Forbes, proviene principalmente de sus inversiones al frente de la aceleradora Y Combinator, además de participaciones en empresas como Stripe y Reddit. Por ello, lo que gane con OpenAI no le importa. Esta, como se suele decir, es "por amor al arte".
Ya lo dijo Jobs: la única manera de hacer un gran trabajo es amar lo que haces. Y Altman parece seguir la misma filosofía.
¿Veremos más CEOs uniéndose a este peculiar club? El gesto de renunciar a un gran salario es una estrategia de comunicación brillante. Pero no nos engañemos, no todo el mundo puede permitirse este lujo. Se necesita una buena seguridad financiera para jugar a ser un CEO por un dólar. Al final, lo que Jobs inició y Altman continúa nos recuerda algo fundamental: en el mundo de la innovación, a veces, la pasión vale más que el dinero. Aunque, seamos honestos, un poco de ambos no viene mal.
Fuente | The New York Times
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