Si eres entusiasta de la marca o al menos admirador, trabajar en Apple debe parecerte algo bonito a la par que exigente. Sobre todo esto segundo y más en plena época de Steve Jobs, de quien se sabe que ponía muy alto el listón. Sin embargo, no todo era duro trabajo en la Apple de Jobs. Había un día mágico para el CEO y para los más cercanos.
Un día para el que Jobs se bloqueaba la agenda por completo y pedía a sus trabajadores a hacer lo mismo. Fue una costumbre que empezó a tomar en su época dirigiendo NeXT y que más tarde aplicó también a Apple cuando regresó como CEO a finales de los noventa.
"El jueves es nuestro día"
Por muchos es conocido el particular carácter que tenía Steve Jobs. De cara al trabajo, tenía alguna que otra manía. Por ejemplo, tenía por costumbre finalizar las entrevistas de trabajo en un bar tomando una cerveza. También es sabido que odiaba las presentaciones en PowerPoint o Keynote y, en general, tenía también mucha fobia a las reuniones, fuesen o no presenciales.
Para el que fuese uno de los cofundadores de Apple, las reuniones "interrumpen el trabajo, rompen el impulso y matan la creatividad". Es algo que se puede extraer de la biografía autorizada de Jobs escrita por Walter Isaacson. Sin embargo, no quiere decir que no se reuniese nunca. A veces era necesario o sencillamente no le quedaba más remedio.
De ahí que ya desde su época en NeXT impusiese un "día de descanso". Descanso de reuniones, claro. No era ni el sábado, ni el domingo. Eran los jueves cuando Jobs decretó la prohibición de reuniones (salvo que fuesen estrictamente necesarias). A menudo decía que aquel era "nuestro día".
"Cerramos las puertas al mundo exterior"
Para Jobs, los jueves era el día en el que "metafóricamente cerramos las puertas al mundo exterior y trabajamos tranquilamente de forma individual". Fue una filosofía que más tarde aplicó también en Apple cuando regresó como CEO en 1997.
Como bien decíamos anteriormente, no es que no pudiesen celebrarse reuniones ese día si surgía algún imprevisto. Sin embargo, todos sus allegados sabían que, salvo que fuese urgente, era mejor no convocar a Steve a una reunión el cuarto día de la semana.
De paso, aquella idea de hacer una introspección a efectos laborales ayudaba también a aumentar la productividad. No sólo Jobs perdía reuniones, sino cualquier otro. Tener que estar dedicados al cien por cien a una tarea laboral hacía que aquellos días la productividad individual y general se disparase al estar cada uno centrado en su propio cometido.
No se sabe a ciencia cierta si esta norma fue aplicada hasta el fin de su legado, en 2011, o si entre medias tuvo que cambiar de planes. En cualquier caso, no deja al final de ser una regla más dentro de las muchas que, con mayor o menor atino, Steve Jobs aplicaba en la empresa. Y aunque los éxitos tienen muchos padres y muchas motivaciones, probablemente buena parte de ellos vengan de ese trabajo realizado los jueves. Jueves sin reuniones.
Imagen de portada | Reuters
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