Recuerdo la primera vez que probé Apple TV+, en cuanto se estrenó en España. Lo hice con la serie 'See' y me quedé de piedra. Los planos con drones de la Columbia Británica dejan a cualquiera pasmado —la serie se rodó en lugares tal alucinantes como el Parque Provincial Strathcona, además de la orilla del lago Buttle, el campamento Ralph River, Myra Falls o la presa Jordan—.
Pero me dejaron pasmado por algo que no había experimentado antes: la fidelidad visual. Netflix andaba por aquel entonces gastándose una fortuna en promocionar 'Marco Polo' pero aquí casi podías respirar la humedad, como en uno de esos fragmentos documentales a 8K de National Geographic.
Por desgracia, el televisor OLED de gama alta en el que estaba disfrutando la serie era de préstamo y la experiencia cambió bastante cuando tuve que seguir viendo la serie en un panel QLED mucho más humilde. Ahí fue cuando me quedó claro ese mensaje tantas veces leído de "ver los contenidos tal y como sus creadores los concibieron".
Apple siempre fue un paso más allá
Tengo en casa un iMac Retina 5K, un 44% por encima del UHD 4K (3840 x 2160), cuando lo natural era tener un monitor 1080p. Todavía lo uso, a veces como monitor. Cada vez que le pasaba a algún amigo una captura a 5.120 por 2.880 me preguntaba cómo lo había hecho. Esos 14,7 millones de píxeles agudizaban la vista de cualquiera.
Pero es que también tuve un monitor con ADC (Apple Display Connector) —lo integraba el Power Mac G4— cuando lo habitual era conectar los viejos CRT mediante entrada VGA. Apple creó un nuevo estándar, una conexión de 30 pines y cinco canales de datos cuando lo habitual era utilizar un conector de ocho pines. No en vano, los ADC son los padres de los DVI. Los últimos y cotizadísimos Apple Cinema Display recurrían a esta potente conexión:
Lo mismo podríamos decir de mi querido FireWire 400, adaptado por todas las controladoras de audio profesionales, o del Thunderbolt, desarrollado por Intel en colaboración con Apple, nombrado originalmente como Light Peak porque, en efecto, en 2011 aquello era el límite de lo posible.
De hecho, la interfaz de Thunderbolt fue diseñada para operar sobre cableado de fibra óptica en los laboratorios de Intel. Al año siguiente, en 2011, Apple se encargó de ponerse un nombre elegante y llevarlo a uno de sus equipos más punteros, el portátil MacBook Pro 2011.
Este es el legado de Apple: empujar el límite teórico. Y ver el anuncio de presentación del iPad Pro mostrando un fragmento de 'Los asesinos de la luna' es toda una declaración de intenciones: este equipo es perfecto para que disfrutes de tus series y pelis. Incluso en un iPad Air M2, siendo consciente de lo mucho que ha crecido su diagonal.
Si algo han constatado los distintos informes de visualización de Netflix es que cada vez consumimos más contenido en tablet y móvil. La mitad de los millenials, para ser exactos. Con un iPad de estas características, con la portabilidad que ofrece ser "el producto Apple más delgado jamás fabricado" y la versatilidad de su potentísimo chip M4, la apuesta es segura.
Hablo por mi propia experiencia. Ni recuerdo la de horas que habré pasado en la cocina viendo recetas con el iPad en modo escaparate, dibujando o editando pistas e instrumentos en GarageBand o Logic Pro... o simplemente leyendo: me cuesta más separarme de él que hacerlo del Mac o un Macbook.
Especificaciones de la pantalla del iPad Pro M4
Si echamos un ojo al último iPad Pro M2, este contaba una pantalla LDC en el modelo de 11 pulgadas y una pantalla Liquid Retina XDR de tecnología miniLED en el modelo de 12,9 pulgadas. Este modelo optaba por una resolución de 2.732 x 2.048p (lo que entrega una densidad de unos 264 píxeles por pulgadas), un brillo nominal de 600 nits en SDR con picos de hasta 1.600 nits en brillo HDR, y con una tasa de refresco de 120Hz.
La pantalla Ultra Retina XDR del nuevo iPad Pro da el salto al OLED y entrega una resolución idéntica, de 2.752 x 2.064 píxeles a 264 píxeles por pulgada. Sin embargo, hay una serie de novedades muy relevantes a tener en cuenta. En primer lugar, la tecnología ProMotion, la cual permite una actualización adaptativa entre 10 y 120 Hz. Es decir, si estás viendo una peli de acción o jugando a algo, la resolución se adaptará a la necesidad de refrescar más rápido. Si, en cambio, estamos ante un procesador leyendo texto estático, la tasa de refresco se reduce al mínimo para ahorrar, optimizando el consumo energético.
Sobre el papel, los datos no son nada sorprendentes: esta pantalla alcanza un brillo SDR máximo de 1.000 nits y un pico de 1.600 solo en HDR. Sin embargo, el contraste se dispara hasta el rango 2.000.000:1 debido a la propia tecnología de los paneles OLED, cuyos píxeles se apagan en cuanto deben representar el color negro, garantizando una profundidad mucho mayor y evitando el efecto halo de los paneles LDC de píxeles retroiluminados. Así lo relata la propia Apple:
"La tecnología OLED proporciona una relación de contraste increíblemente alta, así como una elevada resolución. Y sin retroiluminación, OLED emite luz por cada píxel, lo que posibilita una pantalla más fina. Las pantallas Super Retina y Super Retina XDR superan los retos de las pantallas OLED tradicionales con su brillo, su amplia compatibilidad de colores y una mejor precisión de color".
C0mpatible con el 100% del perfil P3 y True Tone —una función que ajusta de forma automática el balance de color de la pantalla en función de la luz que haya alrededor—, el panel del iPad Pro M4 también posee una cubierta oleófuga antihuellas y una película antirreflectante, lo que elude los destellos y deslumbramientos cuando estamos intentando leer en exteriores. Además, es compatible con vidrio de pantalla nanotexturizado pero solo en los modelos de 1 y 2 TB, tal y como te contamos en el artículo dedicado.
Por concluir, si Apple ha considerado este iPad Pro un dispositivo profesional con todas las letras, el nuevo paso adelante en su legado, es por algo.
Foto del ADC de Ashley Pomeroy para Wikipedia.
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