Gran empresa firma acuerdo con país clave, obtiene cosas a cambio. Esta podría ser la forma de resumir el acuerdo "secreto" entre Apple y China desvelado por The Information. Uno en el que Apple se habría comprometido a invertir 275.000 millones de dólares en el país asiático en cinco años (55.000 millones de dólares anuales).
El escándalo aquí viene de que algunos han interpretado el acuerdo como un simple desembolso de dinero al gobierno chino. Una suerte de soborno a altos funcionarios para tener permiso para operar en el país. La letra pequeña, como suele suceder en estos casos, hace del asunto mucho menos llamativo.
En qué consiste el acuerdo entre Apple y China
La compañía debe gran parte del éxito a su CEO Tim Cook, que levantó los cimientos hace años al firmar secretamente un acuerdo, estimado en más de 275.000 millones de dólares, con funcionarios chinos en el que prometía que Apple apoyaría el desarrollo de la economía y tecnología china a través de inversiones, contratos y formación a empleados.
De modo que no era un soborno, sino inversiones para obtener algo a cambio: poder fabricar y vender productos en el país. Para ello y según el artículo, Apple se comprometió y ejecutó lo siguiente:
- Ayudar en el desarrollo de la tecnología más avanzada de fabricación.
- Formar a talento chino de alto rendimiento.
- Utilizar componentes de empresas chinas.
- Firmar acuerdos con empresas de software chinas.
- Colaborar en el desarrollo de tecnologías con universidades chinas.
- Invertir en empresas chinas, como Didi, donde Apple invirtió 1.000 millones de dólares.
Adicionalmente, Apple se comprometió a construir más tiendas en el país. En la actualidad cuenta con 50 tiendas en China, para un total de 504 alrededor del mundo (271 en EEUU). También abrió varios centros de investigación y realizó considerables inversiones en energía renovable.
Los acuerdos de Apple con otros países
Que una compañía decida entablar una relación con un gobierno de un país importante para ella es algo habitual. La propia Apple ha firmado acuerdos con otros gobiernos, prometiendo inversiones, cambios y trabajo. Lo hizo con el propio Trump, cuando su administración pedía a las empresas estadounidense que fabricasen en el país y no optasen por llevarse las fábricas fuera. Apple accedió a fabricar el Mac Pro en EEUU. A cambio, Trump evitó que los productos de Apple tuvieran que afrontar aranceles en su guerra comercial con China.
Otros países como la India también han gozado de especial atención por parte de Apple. El país asiático requiere que las empresas que deseen operar en el país, fabriquen parte de sus productos dentro de sus fronteras. Apple acordó con Pegatron la fabricación de varios modelos de iPad y de iPhone. Y gracias a eso, abrió varias tiendas oficiales. El acuerdo tardó años en fraguarse, pero dio sus frutos: permitió a Apple duplicar sus ventas en la India en el Q4 de 2020.
A pesar de la importancia de China como mercado y centro de fabricación, en Cupertino saben que conviene no tener los huevos en la misma cesta. Por eso pidieron a Foxconn que trasladase parte de su producción de MacBook y iPad a Vietnam. Algo que sin duda será tenido en cuenta por las autoridades.
El dilema de tratar con un gobierno dictatorial
Queda demostrado que el acuerdo con China no tiene nada de excepcional. Es un país clave, tanto para sus operaciones como por el tamaño del mercado. Y es lógico que una empresa esté interesada, firmando acuerdos con sus gobernantes. El problema reside en el gobierno chino y su régimen dictatorial. Es un país donde no se respetan los derechos humanos y se persigue a quienes los defienden.
Un vistazo al informe de 2021 de Human Rights Watch pone de relieve las considerables violaciones de estos derechos a sus ciudadanos. No hay libertad política, de prensa, de expresión, religiosa o sexual. En el caso de los uygures, China ha sido acusada de crímenes contra la humanidad. Su detención en campos de "re-educación", uso como mano de obra forzada, torturas y esterilización forzada son acusaciones habituales al gobierno chino.
¿Qué debería hacer una empresa como Apple, que se jacta de defender la libertad y creatividad de sus productos? Aquí se presenta un dilema:
- Operar y vender en el país, lo cual lleva a una inevitable colaboración con las autoridades y acatamiento de las leyes nacionales, con la esperanza de poder influir positivamente y poco a poco en el país.
- Cerrar sus tiendas, fábricas y abandonar a sus clientes y usuarios a su suerte como señal de protesta, renunciando a cualquier influencia positiva.
Apple ha optado por la primera, no solo porque tenga más sentido desde el punto de vista de negocio. Sino porque es la única opción del dilema que proporciona un camino de largo plazo para influir en el país. Si optase por cerrar y abandonar el país, habría mucho revuelo durante unos días, puede que semanas. Después le sucedería el silencio (y un cero en la cuenta de resultados).
Si Apple hubiera optado por esa posición durante la administración Trump, hubiera luchado cuesta arriba en otros asuntos fuera de los económicos. No hubiera tenido tanto peso a la hora de defender los derechos de los dreamers, por ejemplo. El resultado no hubiera sido muy inteligente, pues EEUU, por su sistema político, puede sufrir cambios rápidamente y en apenas unos años pero, ¿y China?
Pueden pasar décadas hasta que se produzcan avances significativos en términos de derechos humanos. Y aquí es donde está la gran pregunta. ¿Merecerá la pena tanta espera?
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