Nunca llegó a ser rico y famoso. Ni fue remarcado en los libros de historia como una mente privilegiada, como un pionero de la informática. Sin embargo, Bill Fernandez fue tan importante para la primera Apple como lo fueron los dos Steves, Wozniak y Jobs.
Si buscamos su nombre en Internet apenas nos toparemos con una humilde ficha en Wikipedia de un solo párrafo y el oficio de "arquitecto". Sí, Bill Fernandez fue, ante todo, diseñador de espacios, ya estuviera sobre una oblea verde o sobre la oficina donde acabaría trabajando. Una figura camaleónica y una mente "lúcida" ante todo cuanto abordaba, como llegaría a decir el propio Wozniak.
Wozniak necesitaba un arquitecto
El Apple II supuso una revolución similar al primer iPhone: su aterrizaje aplastó las convenciones en torno a cómo debería ser un ordenador personal. Era barato, fácil de fabricar y fácil de usar. Pero también era el resultado de una larga travesía por el desierto, de un larguísimo proceso de iteratividad, si usamos en la jerga adecuada. Los primeros prototipos ni funcionaban ni contaban con la esperanza de hacerlo. Así que Rod Holt, primer jefe de ingeniería de Apple, le plantó a Fernandez su particular reto: "trata de arrancarlo".
Salgamos de este in media res. Antes hagamos un flashback para entender qué pinta Bill en todo esto. Sunnyvale (California) era conocida por ser una ciudad atiborrada de ingeniería, de la informática a la aeroespacial. Y el padre de Bill llegó a ser juez del Tribunal Superior y alcalde de este hervidero de talentos. Bajo su larga sombra, el joven Bill, estudiante destacado por su habilidad con manualidades, siempre tuvo acceso a cacharrería tecnológica.
Así fue como trabó amistad con su vecino Steve Wozniak, cuatro años mayor pero igual de inquieto en el sano oficio de destripar máquinas para fabricar otras máquinas. No en vano, el primer trabajo de Bill fue una recomendación directa de Woz. Un rol técnico en Hewlett-Packard, empresa donde Wozniak trabajó como ingeniero antes de fundar Apple.
El segundo Steve
Una tarde de primavera Bill se presentó en el garaje de Woz acompañado de un amigo, un tal Steve Jobs, compañero del Homestead High School. De hecho, la madre de Bill estaba tan acostumbrada de tener a Jobs por casa que acabó tratándolo como un hijo más. Fernandez tendió la mano para que el ex-Homestead Steve Wozniak y Jobs se conocieran. Un celestino curioso que conformó esta inusual sociedad de intelectuales irredentos. Nerdazos de manual, vaya.
Juntos pasaban tardes enteras desarrollando maquinaria a partir del destripe de radios y televisores: cerraduras electrónicas, un mando de tele, osciladores de onda y, por último, un ordenador de 8 bits que se comunicaba con el usuario a través de luces. El dichoso Cream Soda Computer —inspirados en la bebida favorita de ambos, la veraniega Cragmont Cream Soda— hoy sería visto como una calculadora con ínfulas.
Pero entendamos el contexto: por aquel entonces Bill tenía 16 años, y Woz era un ingeniero junior de 20. Veinte, la misma cantidad de elementos que juntó para diseñar aquella minimalista computadora. El problema era que, bueno, Woz en realidad no diseñaba. Y así pasó con el Apple II que mencionábamos al principio.
Antes cerremos la línea temporal. Avancemos dos años más. Bill Fernandez y Wozniak currando en HP y Steve Jobs medrando en su puesto a las órdenes de Noah Bushnell en Atari. Un pez fuera del agua que pidió ayuda al propio Wozniak para el desarrollo del videojuego 'Breakout'. Dicho de otra forma, Apple todavía no existía, pero las conversaciones entre este triple entente eran recurrentes.
Entretanto, aquel Apple I interesó a un avispado Paul Terrell, dueño de una tienda de informática en Silicon Valley que les encargó 50 kits ensambladas para tener en sus estanterías. A tres dólares por hora —mientras que Patty Jobs, la hermana pequeña de Steve, solo cobraba uno—, Bill ya era un miembro de facto de esa Apple en ciernes.
Una manzana en el microondas
El detonante, la mecha que prendió el cambio, vino desde dentro: HP no incluyó a Wozniak en un equipo interno que conformó para el desarrollo de un nuevo ordenador. Steve tuvo que convencer a Bill Fernandez para que dijera adiós a HP y a principios de 1977 el inversor Mike Markkula aportó el capital necesario para la constitución empresarial de Apple Computer, Inc. Bill Fernandez, un chaval que iba en bici de garaje en garaje, se convertía así en el primer empleado a tiempo completo de una Apple recién mordida. Él en realidad siempre fue el número 3.
Bill Fernandez en realidad siempre fue el número 3.
Más aún, Fernandez fue capital para que el Apple II llegara a buen término y Wozniak pudiera finalmente renunciar a su rol menor en HP. Retomando el desarrollo de esta máquina, recordemos: el diagrama técnico estaba en su cabeza, pero no había una documentación de consulta para replicar posteriormente sus "eurekas", la imbricada conexión de todos los componentes. Y ahí entra Bill Fernandez, el arquitecto. Bill recurrió a la ingeniería inversa para poder dibujar el esquema de aquel prototípico Apple II. Y funcionó. Aquella máquina les hizo ganar una auténtica fortuna.
Fernandez, lejos de aquello, se convirtió en experto en artes marciales, fue profesor de inglés, dio conciertos a la guitarra clásica, trabajo de consultor en un buen puñado de empresas y de consejero para el gobierno mexicano. No fue hasta 1981 cuando retornó a Apple como decimoquinto miembro del equipo de Macintosh. Desempeñó un papel clave en el desarrollo de QuickTime, por ejemplo. En resumen, su vida es un archipiélago de hallazgos. Pero, pese a ser nombre propio —como revela su rol actual en Bill Fernandez Design— en la industria, parece que nunca voló lo suficiente alto para que la cera de sus alas rubricara su firma al lado de los más grandes.
Hoy reside en la calurosa Albuquerque, la ciudad de Nuevo México conocida en medio mundo por ser el marco visual de 'Breaking Bad' y 'Better Call Saul'. Desde allí sigue haciendo lo que mejor sabe hacer: UX y UI, diseñar interfaces, ser el arquitecto de los espacios indeterminados.
Imágenes | 1. Originales de TechRepublic (de Jason Hiner) cedidas por el propio Bill Fernandez. 2. Fotograma del documental ‘Teenage Hackers’. 3. Modelo de Apple I, original de Dai Sugano para The Mercury News.
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