Que levante la mano cuántos fans de ‘Quién da más’ o ‘Empeños a lo bestia’ se encuentran en la sala. Estos programas transmiten la extraña sensación de que en cualquier momento podríamos toparnos con una reliquia de la informática vetusta.
Y que, tal vez, se nos escaparía de no estar atentos ante una porción de hardware que hoy día valdría millones. Aunque más bien su lugar sea una vitrina de museo. Tal fue la suerte que corrió hace algunos años un Apple I, uno de esos equipos que nunca perderán su valor histórico.
El día que alguien mandó tirar un Apple I
Y es que esta historia es una auténtica locura: una mujer de Milpitas, una pequeña ciudad del Condado de Santa Clara (California) decide hacer limpieza en el garaje y le pide a una empresa de reciclaje que, por favor, se quede con todos los trastos que allí acumulaba tras el deceso de su esposo. Tres cajas llenas de “basura” entre las que se encontraban una auténtica rareza.
La tienda, Clean Bay Area, se topó con un Apple I, uno de los escasos 200 modelos que fueron construidos por el triple entente fundador de Apple: Steve Jobs, Steve Wozniak y Ron Wayne. El ordenador, además, se encontraba en un estado abrumador, impoluto.
Ni siquiera los autores de este tesoro informático supieron lo que se llegaría a pagar por uno de ellos: los primeros modelos se colocaron sobre las repisas de las tiendas por 666,66 dólares —a Wozniak le gustaba el chiste de ver tantos dígitos repetidos—, menos de 3.000 euros en la actualidad y un precio un 35-40% por debajo del de otros ordenadores personales de esta misma época.
Históricamente, en 2009 un particular pagó casi 20.000 euros por una unidad. Solo un año después la cifra aumentó un cero por detrás. En 2012, en Nueva York se subastó un modelo operativo por 374.500 dólares. La cifra se redobló apenas 12 meses después: una otro Apple I alcanzó 671.400 dólares en una subasta privada.
Y otro Apple-1 'Byte Shop', numerada como "01-00002" por el mismísimo Steve Jobs —si bien el modelo era el #78, según el registro interno de la compañía—, fue subastada el pasado 15 de diciembre de 2022. Finalmente, la puja ganadora pagó por 442.118 dólares por esta pequeña reliquia de la programación.
Como fuera, los responsables de la tienda tampoco sabían exactamente lo que tenían entre manos. Así que uno de los trabajadores llamó a Víctor Gichun, vicepresidente de la empresa y dueño del local, para saber cómo tasarlo. Y claro, Gichun no podía creerse aquello. A priori pensó que el equipo era falso, una “repro”, algo muy común en los últimos años, un dolor de cabeza que ha llevado a que cada modelo subastado cuente con un certificado de autenticidad expedido por la mismísima Apple. Sin embargo, tras comprobar más a fondo esa misma semana se pusieron en contacto con un coleccionista particular y cerraron el trato: casi 250.000 dólares.
Por desgracia, la mujer de Santa Clara nunca aportó más información, ni teléfonos ni referencias. Aquella señora se presentó con las tres cajas en una camioneta, las descargó, recomendó tirar aquello y se marchó con las mismas. Así que el personal de Clean Bay Area no pudo repartir beneficios y se embolsó una pequeña fortuna. “Si me cruzo con su coche y la reconozco le daré un cheque de 100.000 dólares”, llegaría a decir el responsable de la tienda. El valor de las cosas, ya se sabe, se lo dan las persona.
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