El lanzamiento del popular Apple Lisa fue un desastre. Steve Jobs exigió un diseño tan compacto que, al no contar con la ventilación adecuada, la placa base se sobrecalentaba, generando fallos y reinicios constantes. Tampoco andaba escaso en fallos de memoria y su interfaz gráfica echaba para atrás a cualquier neófito. Pagar 9.995 dólares en 1983 por algo así, unos 30.000 euros actuales, no parecía el plan perfecto ante una IBM que entró fuerte con un PC —el 5150, con microprocesador Intel 8088— que dio forma a la informática doméstica moderna.
Sí, Apple solventó el problema un año más tarde, con su primer Macintosh. A él fue a parar toda la inversión en marketing. Pero el daño ya estaba hecho. ¿Qué hacías con miles de equipos listos para vender que nadie quería comprar? Almacenarlos y olvidarlos. Es ahí donde entra una persona en escena, Bob Cook, vendedor especializado en productos Apple, fundador y presidente de Sun Remarketing, que amaba acumular estocaje de lo que nadie tenía —hasta 7.000 equipos apalancados—.
Los 3.000 Apple III de Bob Cook
Bob Cook siempre ha sido, ante todo, un apasionado de Apple. Ya en los 80 pasó años comprando a precios muy bajos todo el stock que encontraba del Apple III. Ante cada minorista que no sabía qué hacer, ahí estaba Bob listo para firmar una compraventa que salvara los muebles. Llegó a acumular casi 3.500 Apple III recomprando todos los excedentes que la propia Apple amontonaba. Apple le permitió pagarlos a plazos, de hecho.
Pero este reciclador se topó con una nueva realidad: el Apple Lisa. Si el modelo anterior no tuvo mucho éxito, este nuevo modelo, el primero con ratón, se acumulaba en los almacenes sin posible futuro. Hasta 7.000 Lisa se morían sin dueño tras los cambios de dirección en la empresa. Steve Jobs aún confiaba en el futuro de este equipo y se planificaron nuevas opciones de expansión y periféricos, pero finalmente se rindieron.
De hecho, se limitaron a brindarle apoyo a Bob como reseller y le permitieron que implementara cambios y mejoras en los equipos que llegaron con defectos de fábrica. Por una cantidad sin filtrar se cerró un acuerdo donde Apple le facilitaba a la empresa de Bob Cook comercializar aquellos miles de equipos y dar soporte especializado como podría hacer un RosselliMac de la actualidad.
Y la empresa de Bob invirtió 200.000 dólares en investigación y desarrollo para vitaminar ese equipo lleno de desperfectos, en lo que ellos denominaron 'Lisa Professional', o una especie de versión dos-punto-cero con importantes mejoras estructurales. Hasta septiembre de 1989, momento en el que Apple cambió de idea y exigió que los equipos fueran devueltos. Junto al resto de stock que aún conservaba, su destino sería otro.
Es entonces cuando comienza un periplo legal que ya documentó de forma magnífica The Verge en su documental 'Lisa: el sabotaje de Steve Jobs y el entierro secreto de Apple' donde se constata la segunda muerte de un equipo que se creía olvidado. ¿Y qué pasó con el gigantesco almacén lleno de Apple Lisa y Apple III? Un camión pagado por Apple se presentó a las puertas para recoger dichos equipos. Los operarios no dejaron ni uno.
Bob no quería enfrentarse al equipo legal de Cupertino, no entendía qué había hecho mal. Pero estaba claro que Apple quería cerrar un capítulo borrando una página de su historia: comercializar equipos defectuosos manipulados por terceros no encajaba con la imagen de una marca que presume de un férreo control de seguridad y testeo antes de poner nada a la venta. El final de Lisa es el que muchos ya conocen: acabaron en un vertedero de Logan, Utah, triturados y enterrados, sin que nadie pudiera salvarles de un destino tan funesto.
Portada con fines ilustrativos propiedad de retrobattlestations
Imágenes | Oficiales del documental de The Verge
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