Corría el año 2002 cuando un empresario mexicano decidió fundar “iFone” —así tal cual—. Una compañía tecnológica que se dedica a varios aspectos como las redes sociales, el telemarketing, las encuestas, ventas online, call centers, etc. Básicamente hacen un poco de todo.
No es pequeña. Trabaja con algunas de las marcas más conocidas del mundo como el Banco Santander, KIA e incluso Microsoft. Lo más interesante de todo es el nombre, que propició una de las batallas legales más interesantes de la historia de Apple. Batalla que además perdió. Hoy te contamos qué fue lo que sucedió entre el iFone y el iPhone, por qué ganaron los mexicanos y qué podrían haber hecho los de Cupertino para ganar.
iFone vs iPhone: así es como se pierde un juicio que tenías ganado
Cuando Apple lanzó el iPhone 3G en México en el año 2008 todo parecía ir bien. Las ventas eran buenas, a la gente le gustaba, y habían elegido a un buen socio comercial —Telcel— para ello. Sin embargo, poco tiempo después el departamento de marca y patentes de Apple descubrió iFone.
Es la empresa de la que hablábamos antes, y decidió presentar una demanda ante el Instituto Mexicano de Propiedad Industrial por entender que un nombre tan parecido —y que se pronunciaba igual— podría afectar a las ventas y reputación del iPhone que acababan de lanzar. Lo que venían a decir, en resumen, es que la gente se podía confundir y no querían eso.
Los mexicanos explicaron que ellos tenían registrado su nombre ante ese organismo desde hacía seis años, y que no tenían intención de cambiarlo o cederlo a Apple. Fue entonces cuando los abogados de Apple cometieron, en mi opinión, el error garrafal que les llevaría a perder esta demanda y otras posteriores relacionadas con la materia. Quizás no se acababan de creer lo de “iFone” —la verdad es que suena cómico—, y por ello pidieron ver facturas a clientes reales que utilizasen ese nombre en los últimos tres años.
Esperaban que todo se tratase de alguien queriendo llamar la atención pero que nunca hubiese hecho uso de ese nombre. Sin embargo, sí que lo hizo. Aportaron unas cuantas facturas a nombre de empresas importantes, y el caso que había planteado Apple se desmoronó cual castillo de naipes tras una ráfaga de viento. Se lo habían jugado todo a una carta —valga la redundancia— y habían perdido.
En el mismo momento en el que Apple solicitó ver esas facturas, admitió de facto que en principio eran los mexicanos los que habían tenido desde 2002 hasta ese día el uso legítimo de la marca. Les dieron la razón sin darse cuenta. Aunque el organismo regulador sí que lo hizo. Una de las reglas más básicas de la abogacía es no darle nunca la razón a la otra parte. Por muy bien que creas que va a funcionar, no va a hacerlo.
Por ello, el Instituto Mexicano de Propiedad Industrial resolvió a favor de iFone. Apple recurrió ante la Suprema Corte de Justicia, pero volvió a perder. De hecho, tras dicho fallo, los mexicanos decidieron interponer una demanda solicitando una indemnización por daños y perjuicios, que acabaron ganando, y las comercializadoras tuvieron que pagar 76 millones de euros, aunque los de Cupertino como tal no tuvieron que pagar nada.
Se podría haber abordado de otra forma
Si hubiese sido el abogado de Apple en este caso, mi enfoque habría sido diferente. Como ya hemos dicho, todo se fue por la borda en el momento en que solicitaron facturas que demostrasen lo que estaban diciendo. Primero porque les estás dando, de facto, la razón, y segundo porque les das la oportunidad de demostrar que efectivamente la tienen.
Personalmente habría atacado por la prioridad de uso que tendría Apple sobre el nombre. Es cierto que no llegaron a México hasta 2008, pero sería absurdo negar que los de Cupertino tenían ya una cierta hegemonía mundial con el iPhone de la que “iFone” no comprendía ni su magnitud. ¿Cuánta gente en México habría pensado por aquel entonces en esa empresa de telecomunicaciones si escuchasen el fonema “aifon”? Seguramente nadie. Todos habrían entendido que se trataba del smartphone de Apple.
Es decir, aquí lo que hay es una colisión de prioridades. ¿Tiene más prioridad quien primero registra la marca o quien hace que se adopte más rápido? Se podría argumentar que el segundo en tanto que el valor propio de lo registrado surge fruto de quien provoca su adopción masiva y no tanto de quien simplemente lo registra en un primer momento. Tampoco había previsión de que “iFone” fuese a crecer ni remotamente a la misma escala que Apple, y es evidente que más gente ha oído de la empresa “iFone” por este enfrentamiento legal que por su capacidad de expandirse a nivel global.
Habría que preguntarse si el valor que Apple ha aportado al término registrado es tan grande que haya provocado que el que hubiese sido registrado en un primer momento tuviese algún tipo de relevancia. Yo creo que sí. Hoy nadie sabría lo que es el iPhone o qué es “iFone” si no hubiese sido por los de Cupertino, y por tanto entendería razonable que se le hubiese dado la razón a la empresa californiana de haber utilizado este argumento.
De todos modos, iFone sigue existiendo en México y no parece que tenga intención alguna de irse a otra parte, así que parece que poco le queda a Apple por hacer en este caso. Han intentando continuar el pleito alegando el derecho a la fama, pero de momento solo se habla de llegar a un acuerdo. A veces no importa tanto tener razón o dejar de tenerla, sino saber convencer de ello al juez. El “iFone” ha llegado para quedarse.
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