Hemos escuchado todo tipo de historias de los AirTag de Apple, un dispositivo orientado a buscar objetos perdidos, pero del cual hemos sabido que puede servir para detener una banda organizada e incluso destapar estafas políticas. Apple no los orienta a localizar personas y de hecho hay todo un sistema de alertas para ello.
Sin embargo, si es por una buena causa, puede estar justificado. Y es lo que le sucedió a María, protagonista de una dura historia personal con su ya expareja y que gracias a un AirTag logró que se le detuviera cuando estaba llevándose a sus hijos sin autorización.
Contexto: una madre maltratada y una orden de alejamiento
Conviene empezar diciendo que María no es el nombre real de esta historia, sino que es un nombre ficticio que aportamos desde Applesfera para mantener a salvo su anonimato y el de sus dos hijos que, cuando se vivió esta historia, tenían 5 y 8 años respectivamente.
María llevaban años sufriendo malos tratos por parte de su pareja y padre de sus dos hijos. Tanto físicos como psicológicos. Si bien es cierto que a los niños "nunca les puso la mano encima", nos cuenta María, sí que llegó a amenazarles y a hacerles sufrir viendo su comportamiento agresivo.
María estuvo años "aguantando por no hacer daño a los niños, pero ya estaban sufriendo demasiado con esta situación". Así las cosas, se armó de valor y acudió a una comisaria a denunciar los malos tratos. Se produjo un juicio rápido en un juzgado de violencia sobre la mujer y fue interpuesta una orden de alejamiento hacia ella, aunque no hacia sus hijos. Esto último le preocupaba mucho.
Y es que, "de forma completamente absurda e irracional", dice María, se estableció que el padre tendría derecho a ver a sus hijos dos tardes por semana. Y pese a que "los niños no querían ni verle", por recomendación de la abogada de María, accedió a dejarle ver a los niños.
La idea, cuenta María, era que la orden de alejamiento se extendiese a los menores y se hiciese cuanto antes. Sin embargo, no pudo evitar que durante dos semanas se cumpliesen esas visitas a los niños. Mediante sus respectivos abogados, acordaron que él los recogería en un punto determinado de la ciudad de la mano de un intermediario (el hermano de María). Les debía recoger a las 17.00 y traerlos de vuelta a las 20.00 al mismo punto.
El miedo a un secuestro y el AirTag como solución
En el acuerdo también se reflejaba que los niños no deberían salir de la ciudad durante las dos horas que el padre estuviese cuidando de ellos. Sin embargo, María no estaba tranquila y temía que el padre se los llevase como al final acabaría ocurriendo. Y es que, nos dice, ya había amenazado anteriormente con llevarse a los niños lejos y que no pudiese volver a verlos. Un hecho así y sin autorización, sobra decir que puede considerarse un secuestro.
Era otoño de 2021, los AirTag de Apple habían salido hacía unos meses y María, que ya había oido hablar de estos localizadores, pensó que podían ser la mejor herramienta para evitar que el padre se llevase a los niños fuera de la ciudad y sin permiso lejos. Decidió esconder dos AirTag (uno por niño) en el forro interno de sus abrigos. De ese modo, el padre no descubriría que llevaban ese localizador.
Y aquí hacemos un pequeño paréntesis para explicar el funcionamiento real de un AirTag, dado que no es un GPS que vaya informando de su posición en tiempo real. Lo que estos aparatos hacen es aprovechar la inmensa red de dispositivos Apple existente para enviar su ubicación cada vez que se cruce con uno de esos dispositivos.
Por ejemplo, si el AirTag pasa cerca de una persona que lleve un iPhone, el accesorio aprovechará para conectarse de forma privada a ese dispositivo y enviar su posición a los servidores de Apple y que el propietario del AirTag pueda verlo. El dueño del iPhone ni se enterará y tampoco le compromete sus datos en ningún caso.
Eso sí, conviene decir que si el AirTag va durante mucho tiempo cerca de un determinado dispositivo que no sea de su propietario, emite una notificación para informar de un posible rastreo no autorizado. Incluso si es un móvil Android. Por suerte para este caso, la ex pareja de María llevaba un dispositivo Android y por aquel entonces el sistema de alertas no estaba vigente para esta plataforma.
Primera semana, bien. Segunda semana, peligro
Nada fue mal en las dos primeras visitas del padre a los niños. Según relataron a su madre los propios menores. Su padre les había llevado a un parque de la ciudad ambos días. Ellos no querían ir y estaban deseando volver con su madre, pero "dentro de lo que cabe estuvieron entretenidos y sin peligro". Ella, mientras, revisaba en la app 'Buscar' de su iPhone para asegurarse de que, efectivamente, los niños no salían de la ciudad.
Sin embargo, la cosa se tornó oscura durante la segunda semana. Para empezar, cuando el hermano de María le entregó a los niños al padre, este "venía con muy mala actitud". Tuvieron una pequeña bronca, pero el hermano de María no quiso discutir delante de los pequeños y simplemente le instó a que "cuidase bien a los niños y no se retrasase ni un minuto de la hora prevista".
María pasaba aquellas tardes "enganchada a la app 'Buscar'" para no perderse ninguna actualización sobre la posición de los niños. Y haciendo suyo eso de "piensa mal y acertarás", lamentó tener razón en sus miedos. Los AirTag se localizaban fuera de la ciudad. Actualizaban además con bastante frecuencia y, viendo el camino recorrido, intuyó que estaban subidos a un tren de Cercanías.
María quiso avisar a la policía de inmediato, aunque quienes estaban con ella trataron de calmarla por si aquello era una falsa alarma. Sin embargo, trataban de comunicarse vía telefónica con el padre y comunicaba todo el rato. "Nos había bloqueado a todos", cuenta María en referencia a que no pudo contactarle desde su propio teléfono, pero tampoco a través del de su hermano y su madre.
Aviso a la policía y a la caza del fugitivo
Dadas las circunstancias, María llamó inmediatamente a la policía, aunque del estado de nervios que tenía, reconoce, "acabó llamando de todo al agente" que le atendió porque este no acababa de entender la situación. Con más calma y sangre fría, su hermano tomó el teléfono y explicó toda la situación al agente.
Explicó a grandes rasgos todo el asunto. La orden de alejamiento como precedente, las continuas amenazas del padre y, sobre todo, que tenían pruebas concluyentes de que los niños no estaban en el radio acordado. Gracias al AirTag sabían que se había ido a otra localidad situada a varios kilómetros.
Hasta tres agentes de policía se personaron en el domicilio de María en muy pocos minutos. Allí, contándoles ya a viva voz la historia completa del AirTag pudieron intuir que los niños se encontraban en casa de su abuela paterna. No sabían si aún con su padre o no. Intuían que estando con su abuela no estarían en peligro, pero en cualquier caso se estaba saltando el acuerdo de visitas habiéndolos llevado sin permiso a varios kilómetros de la zona acordada.
María recuerda que uno de los agentes advirtió de que "quizás sí llegue a la hora acordada para entregar de nuevo los niños", pero se descartó casi al instante al ver que apenas faltaban unos minutos para las 20.00, hora en la que se debía producir, y que dada la distancia tardarían alrededor de una hora y media en llegar.
Detención y final feliz para (casi) todas las partes
"Recuerdo aquellos momentos muy nublados. Sólo quería recuperar a mis hijos, abrazarlos y que no volviesen a ver más a aquel lamentable ser". Así es como describe María aquel momento en que los agentes avisaron a otra unidad cercana al domicilio donde estaban los niños. Dado su estado de nervios, dos de los tres agentes que habían acudido a su casa decidieron quedarse con ella para que se mantuviese tranquila.
"Me iban informando de todo", recuerda. "Me dijeron que iba a ir una patrulla a la casa y que no sólo iban a traer los niños, sino que también le detendrían a él por saltarse el acuerdo". Efectivamente, eso mismo ocurrió. Si bien es cierto que fue una actuación de lo más rápida y María pudo estar de nuevo con sus hijos a la hora de cenar, afirma que se le hizo eterno.
"Venían temblando y no pararon de llorar en toda la noche". Pese al buen trato de los agentes policiales que les trajeron de nuevo a casa, la situación fue estresante para los niños. Y es que antes de todo aquello, los menores dicen que su padre les "había ido gritando todo el camino". "Ahora viviréis conmigo y con la abuela", les decía. También les amenazaba con golpearles si trataban de huir o de ponerse en contacto con su madre, su tío o su abuela materna.
Cabe decir para bien que la abuela paterna de los niños se comportó como se espera en estos casos. Ella misma había también llamado a la policía al ver que su hijo aparecía con los niños, sabedora de las malas intenciones por parte del padre y conocedora de cómo era el acuerdo de visitas. Sabía que no tenía permiso para llevarles allí y en vistas de que su hijo hacía caso omiso a sus consejos, no le debió quedar otra que llamar a la policía para que detuvieran a su propio hijo. "Fue muy duro", cuenta María que le expresaba la abuela.
A nivel judicial, esta historia se volvió un tanto rocambolesca. Al caso de malos tratos que aún seguía judicializado se le sumó la pertinente denuncia por este intento de secuestro. Si bien María no quiere dar demasiadas explicaciones sobre la actual situación de su expareja, sí que reconoce que aquello fue un punto de inflexión y que gracias a ello logró que la orden de alejamiento fuese efectiva también para los niños. Ellos, que son lo más importante para María, viven felices con su madre, su tío y su abuela materna.
Y todo, como bien resume María, "gracias a un cacharro de Apple que ni siquiera sabía si funcionaría". Por la parte que nos toca, sólo nos queda agradecer a María y a sus peques por habernos querido contar su historia.
Imagen de portada | Generada con DALL-E 3 y Photoshop
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