Últimamente se habla mucho de un posible retorno del iPod, un renacimiento que en realidad responde a un deseo, bastante nostálgico. Porque igual que murió iTunes, el iPod quedó sepultado por el tiempo y no parece que recuperarlo sea preferencia para la compañía de Cupertino.
Pero es que si hablamos de innovación, cómo no vamos a hablar del iPod. Fue la primera piedra de la pionera en los ordenadores personales avanzados, los portátiles delgados, las tablets… El iPod fue una hazaña muy audaz —lanzar un reproductor de música portátil por ocho veces el precio de sus competidores—, y su diseño se debe, en parte, a que Steve Jobs lo tiró a una pecera. Suena absurdo, pero así es.
Cuando Steve Jobs se planteó la posibilidad de lanzar el iPod, quería un dispositivo delgado, pequeño, y manejable. Se trataba de acabar con el Walkman de Sony, no de copiarlo. Por ello, el tamaño era esencial. Los primeros prototipos eran algo grandes, Steve quería algo más pequeño, aunque sus ingenieros juraron que no podía ser sin recortar características, y Jobs tiró el prototipo que le entregaron a una pecera.
El día que Steve Jobs tiró un iPod a su pecera
La miniaturización siempre ha estado atada a la carrera informática en particular y tecnológica en general. Así lo planteó Steve Jobs:
“¿Veis eso? Son burbujas de aire. ¿Sabéis lo que significa? Que hay aire dentro. Hay espacio. Aprovechadlo”.
La verdad es que el argumento era incontestable. Efectivamente, que saliesen burbujas del interior del iPod significaba que había huecos ocupados por aire, por lo que tenía que haber sitio. Y los ingenieros, que estaban convencidos de que no podía ser, empezaron a trabajar en aprovechar esos espacios para hacer el iPod más pequeño. A la vista está que lo consiguieron. Tenía el tamaño de una baraja de cartas Bicycle, las más famosas del mundo, y que Steve utilizó en su presentación para ilustrar de lo que estaba hablando.
Como puedes intuir, uno puede ser ingeniero, pensar que lo tiene todo controlado, calculado y estudiado. Estos trabajadores llegaron a la oficina de Steve Jobs con una idea muy clara “no puede ser más pequeño, no hay espacio”. Al menos, eso era lo que la tecnología podía ofrecer en aquellos días.
A Steve no le hizo falta hacer cálculos, ni abrir el prototipo, ni nada. Simplemente tiró el iPod a una pecera, y sus ingenieros se cayeron con todo el equipo. Y al final tuvo razón, el iPod fue más pequeño que su prototipo. Casi un 10% más, no estamos hablando de una reducción mínima, sino significativa. Y todo por una pecera.
Una versión más antigua de este artículo fue originalmente publicada el 10/11/2023.
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