En medio de la pandemia y con el confinamiento ya finiquitado en España, Apple y Google se aliaron hace dos años para ofrecernos una solución en el rastreo de contagios por COVID. El Gobierno de España puso entonces un proyecto en marcha para adaptar la tecnología a nuestro país: nacía así Radar COVID.
Aunque partían de una buena idea, las apps de Radar COVID acabaron fracasando en casi todo el mundo. Al igual que muchos usuarios, abracé esta app desde el principio. Sin embargo, el crédito que tenía, unido al apoyo de Apple y Google, se acabaron rápidamente. Todo por una nefasta estrategia de notificaciones.
El difícil arranque de Radar COVID
En julio de 2020 ya estaba en marcha en su versión española en forma de piloto. A comienzos de agosto, Radar COVID terminó su piloto y empezó su trayectoria en público. Recordemos que se basó en la API de Notificación de Exposición desarrollada por Apple y Google en mayo de 2020, al igual que versiones de otros países.
El funcionamiento de la app era, en teoría, muy simple. Prometía informar al usuario de un posible contacto de riesgo por COVID. Para funcionar, esta app utiliza unas claves aleatorias que se comparten con los móviles de nuestro alrededor a través de bluetooth. Se creaba un histórico de contactos anónimos de 14 días de duración. De modo que al dar positivo y notificarlo a través de la app, ésta repercutía el aviso a los posibles contactos en ese periodo de tiempo.
Todo muy seguro. Todo muy privado y avalado por la propia Apple. Aunque la realidad fue muy tozuda. Entre otros problemas, estaba que para poder notificar el positivo a través de Radar COVID, se necesitaba un código que te daban tras la prueba positiva. Y la queja más frecuente es que nadie sabía dar el código. A eso se le unió que la app era de instalación voluntaria y claro, sin una presencia más o menos mayoritaria, su eficacia se volvía muy baja.
Muchos han señalado a la administración, la falta de obligatoriedad o la propia tecnología por el fracaso de este tipo de apps. Sin embargo, como usuario tengo claro que en mi caso hubo un problema que desde el primer minuto provocó mi rechazo. Y no tenía que ver con la protección de mi privacidad sino de algo mucho, mucho más simple: las notificaciones.
La notificación de la muerte de Radar COVID
Aún recuerdo mi reacción cada vez que sonaba una notificación en mi Apple Watch y resultaba ser de Radar COVID. Vuelco al corazón. Preguntas sobre el contagio. ¿Cuándo? ¿Quién? ¿Dónde? Finalmente, los porteadores de féretros ganeses con su pegadiza canción desfilaban por mi cabeza. Game over, Eduardo, parecían decirme.
Y después, un alivio indescriptible cuando leía la notificación. Decía: "Accede a Radar COVID: Accede regularmente para comprobar si tu riesgo de exposición ha cambiado". Tuve la suerte de que jamás di positivo en aquel entonces (ni ahora tampoco). Llevo esquivando este virus desde sus inicios y que yo sepa nunca lo he contraído. Pero esta notificación siempre conseguía ponerme nervioso.
Aguanté. Aguanté este suplicio periódico durante meses, pensando que tener esta app instalada y configurada era lo correcto. Hasta que un día apagué sus notificaciones. Y ese fue el fin de esta pequeña tortura. Por fortuna, nunca tuve que pedir el código de mi prueba positiva de COVID para introducirla en la app. Pero como usuario sano, Radar COVID me perdió por culpa de una mala gestión de las notificaciones. Su labor esencial de avisarnos de un contacto cercano con un positivo era a través de una notificación. Pero el abuso de estas para un fin distinto lo echó todo a perder.
Esto me lleva a pensar que, aunque las administraciones hubieran solucionado su caos y los todos usuarios hubieran instalado la app, el abuso de sus notificaciones hubiera acelerado enormemente el abandono de la app. Porque de una app tan importante, con una información tan sensible, uno espera que se mantenga en silencio siempre. Y, llegado el caso, que nos avise por una buena razón. No para que entremos en ella para comprobar si ha aumentado nuestro riesgo de exposición.
Esa estrategia de spam de notificaciones ya la hemos visto en otros tipos de apps, especialmente juegos freemium. Y consiguen saturarnos mucho antes, hasta el punto de que no les damos permiso al abrir la app la primera vez. Desde luego, que Radar COVID recurriese a estas prácticas fue la gota que colmó mi vaso.
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