Mayo de 1983. Las oficinas de Apple bullían de actividad mientras Steve Jobs contemplaba lo que parecía ser el siguiente paso lógico para su empresa en crecimiento: la llegada de los "gestores profesionales". El fundador de Apple estaba convencido de que necesitaban experiencia corporativa para llevar la compañía al siguiente nivel. Ya no fabricaban ordenadores de madera en un garaje, tenían que dar el salto, y para ello tomó una decisión que más tarde calificaría como uno de sus mayores errores.
El sueño de Jobs sobre profesionalizar Apple
"Pensábamos que necesitábamos gerentes profesionales, ya sabes, gente que supiera dirigir grandes empresas", recordaría Jobs años después en una reveladora entrevista. La idea parecía sensata: Apple estaba creciendo exponencialmente y necesitaba estructura. Sin embargo, la realidad fue muy diferente: "No funcionó en absoluto. La mayoría de ellos eran unos estúpidos. Sabían cómo gestionar empresas, pero no sabían cómo hacer nada".
El caso más emblemático fue John Sculley, el ejecutivo de Pepsi al que Jobs sedujo con su legendaria frase "¿Quieres vender agua azucarada toda tu vida o quieres cambiar el mundo?". John llegó a Apple con un brillante historial corporativo pero sin entender el ADN de la compañía. Bajo su dirección, Apple se transformó en una empresa más preocupada por las hojas de cálculo que por revolucionar la informática.
Entre tanto gestor profesional, hubo una excepción notable: Debi Coleman. Sin la experiencia "necesaria" sobre el papel, Coleman se convirtió en una de las directoras financieras más brillantes del sector tecnológico. "Era imposible que alguien más me diera la oportunidad de dirigir este tipo de operación", confesaría más tarde. "Soy consciente del hecho de que había un riesgo increíblemente alto, tanto para mí personalmente y profesionalmente, como para Apple como empresa".
Debi Coleman demostró la teoría que Jobs desarrollaría años después: los mejores líderes son aquellos que destacan en su campo, no los que tienen más títulos de gestión. Hasta su muerte en 2021, se la consideró una de las directoras financieras tecnológicas más destacadas de su generación.
El precio de la profesionalización de Apple
La aventura corporativa tuvo un coste devastador. Entre 1985 y 1997, Apple perdió gradualmente su espíritu innovador. Perdió tanto que incluso despidieron a su propio fundador. Sí, a Steve Jobs. Los nuevos gestores, obsesionados con procesos y métricas, alejaron a la empresa de lo que mejor sabía hacer: crear productos revolucionarios. La empresa que había revolucionado la informática personal estaba al borde de la bancarrota.
"Los empleados brillantes se autogestionan", explicaría Jobs tras su regreso triunfal a Apple. "No necesitan ser administrados. Una vez saben qué hacer, van a descubrir cómo hacerlo. Lo que necesitan es una visión común". Esta filosofía se convirtió en el nuevo mantra de Apple cuando Jobs regresó en 1997.
Jobs cambió el proceso de selección, a día de hoy su visión sigue en Apple
Steve Jobs volvió a Apple en 1997. La vuelta no fue nada fácil. La empresa estuvo a punto de quebrar y, en tan solo 90 días, tuvo que ejecutar un plan para reflotarla. A partir de entonces, Steve transformó radicalmente el proceso de selección en Apple. "Se llega a un punto en el que uno mismo decide a quién deja entrar en ese grupo. Por eso considero que el trabajo más importante de alguien como yo es el de reclutar", explicaba en una entrevista en 2010.
El nuevo sistema era único: los candidatos debían hablar con todos los miembros del equipo, no solo con recursos humanos. Si no mostraban verdadero entusiasmo, quedaban fuera. Como recordaba Andy Hertzfeld, uno de los responsables del sistema operativo del Macintosh: "Si se mostraban aburridos o simplemente decían 'Oh, es un buen ordenador', no los queríamos. Queríamos que sus ojos se iluminaran y que estuvieran realmente emocionados. Así sabíamos que eran uno de los nuestros".
La era de los gestores profesionales en Apple nos dejó una lección clara: en tecnología, la pasión y el conocimiento profundo del producto valen más que cualquier MBA. Como diría Jobs: "¿Por qué querrías trabajar para alguien de quien no puedes aprender nada?".
Esta filosofía transformó Apple de una empresa al borde de la quiebra en la compañía más valiosa del mundo. Y a día de hoy, con Tim Cook al mando, ese espíritu sigue en la compañía. Con nuevas caras, nuevos puestos, pero con el mismo fin: creer en la visión de hacer un mundo mejor con la tecnología más innovadora.
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