El nuevo iMac M3 es... no sé ni cómo arrancar. Una CPU de 8 núcleos, 4 de "eficiencia" y 4 de "rendimiento". Una GPU ídem, una arquitectura Neural Engine clavada a la de hace dos años, 8GB de RAM y almacenamiento de 256 GB. Vale, sabemos que los gigas de Apple no se miden como los gigas de Qualcomm o los de Intel. Ya profundizaremos en eso más abajo.
Pero este retorno conceptual a 2013 en cifras frías me hace pensar que Apple se ha rendido con el concepto all-in-one, el noble arte que tantas marcas quisieron imitar después con dispar fortuna.
¿De verdad el iMac 24'' M3 es el mejor ordenador todo en uno del mundo?
Apple dice lo siguiente de este nuevo equipo: "El mejor ordenador todo en uno del mundo ya era un espectáculo de color por fuera. Y ahora, con el chip M3, tiene más materia gris que nunca por dentro. La impresionante pantalla de 24 pulgadas te da todo el espacio que necesitas, y su diseño inconfundible alegra la vista lo pongas donde lo pongas. Prepárate para trabajar y divertirte, o hacer ambas cosas a la vez, a tus anchas".
Apple también sentencia que los procesadores M3 son una barbaridad. Y para argumentarlo, la marca da unas cifras comparándolo con un procesador con 30 meses de antigüedad:
- Un 50% más rápido que un M1
- 2,5 veces más rápido renderizando imágenes que un M1
- Un Neural Engine un 60% más rápido que un M1
- Una CPU un 35% más rápida que la del M1
- Una GPU un 65% más rápida que un M1
- 50% más eficiente que un M1
- 25.000 millones de transistores (5.000 millones más que el chip M2)
Sin embargo, los datos fríos me dejan frío. Necesito puertos, necesito pulgadas, necesito espacio para almacenar vastas librerías que después dispararé en Logic Pro o Final Cut Pro, tal y como Apple me sugiere que haga en sus artículos promocionales "¿Crees que es un trabajo duro?".
¿De verdad es el mejor? Si lo es, es porque la competencia no está a la altura, no porque Apple no pueda hacerlo mejor. Sí, es finísimo, pero es menos de lo que yo necesito. Y, para muestra, un botón: he configurado el modelo más potente y versátil y apenas puedo apostar por 2 TB de almacenamiento, cuatro puertos —frente a los 6 de mi viejo iMac de 27 pulgadas— y 24GB de RAM, cuando tengo un MacBook Pro con 32 GB. El set y precio final:
Cualquiera diría "pues es barato". Pero ya no hablemos de precios: la última unidad de 2 TB que compré me costó 117,95 euros. Hablamos de un SSD NVMe M.2 de cuarta generación con disipado y un bus ultrarápido —capaz de alcanzar una velocidad de transferencia teórico a 7000 MB/s—. Si quieres algo similar por parte de Apple tienes que pagar casi mil euros.
Me apena esa renuncia al todo-en-uno definitivo. No puedo sino interpretarlo como una derrota para el consumidor. Porque Apple ha dejado claro que prefiere la modularidad de un Mac Studio M2 Ultra y un Studio Display para quien pida ese plus de exigencia... y pueda pagarlo. Y, si no, que tires por un portátil o un Mac Mini reacondicionado; que están bien baratos. Antes soñábamos con ese equipo que todo lo puede, atiborrado de conexiones —hasta diez—. Hoy nos conformamos con portátiles, aunque no queramos salir de casa.
Perdimos el lector de CD/DVD y pero nunca el lector de tarjetas y la virtud de emborrachar de RAM esos equipos con un display 5K imposible y tan delgado que dejó sin habla a sus competidores. Ahora nos topamos con sistemas muy monos para usos humildes, equipos para lucir sobre una mesa de facultad. El nuevo iMac es el viejo MacBook Air. Viendo la portada que he elegido para ilustrar este artículo, no sé si esos niños se ríen conmigo o de mí. Porque al final se trata de esto mismo: expectativas generadas, sensaciones encontradas.
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