“Hola, soy Fernando, y tengo una cámara de fotos Sony NEX”. A aquellos que tengáis una, o que hayáis podido trastear con ella, coincidiréis conmigo en que el diseño de la interfaz de usuario no es nada afortunado. Pero nada nada nada afortunado. Sony sacó al mercado una cámara de fotos “Entre Pinto y Valdemoro” con pocos botones, no sea que el posible usuario se asuste con mucho botón, pero con objetivos intercambiables y muchas funciones que requerirían de unos cuantos botones más para ser funcional. Ante las quejas de los usuarios sacó un firmware nuevo con la posibilidad de reprogramar dos botones “a gusto del usuario final”, mejorando un poquito la situación pero no resolviendo la papeleta en absoluto.
Y esto me lleva a que el minimalismo, que parece vuelve a estar de moda en interfaces tanto de hardware como de software, puede ser una bendición si se plantea pensando en el usuario, y una maldición si se plantea como una forma de engañar al usuario y hacerle creer lo que no es. O sin pensar en absoluto en el mismo, lo cual es todavía peor. Hablemos ahora de Apple. El primer iPod que salió al mercado allá por el año 2001 contaba con cinco botones, una rueda mecánica (que posteriormente se convertiría en táctil) y un botón de bloqueo para la misma. Este ejercicio de minimalismo fue un ejercicio lógico, no poner botones que no valgan para nada, una rueda para subir y bajar el volúmen y para acceder a los elementos del menú con bastante lógica, y poco más. Es decir, ni más ni menos que lo que necesitaba. Resultado, un gadget que se convirtió en uno de los éxitos de Apple, especialmente a partir de su segunda y tercera revisión.
¿Quiere esto decir que algo que originalmente era minimalista tiene que seguir siéndolo siempre? Pues mire usted, no. Una vez que empezamos a meterle funcionalidad a un aparato, si no evolucionamos cómo el usuario va a interactuar con el mismo, nos cargamos el minimalismo y le endosamos incomodidad al usuario. Ya he hablado de ello en una entrada llamada Apple debería reinventar la rueda, en la que hablaba de que la “sobrecarga del operador rueda” (si me permitis el símil con la programación) no puede satisfacer las necesidades de los usuarios si nos pasamos metiendo funcionalidad a una interfaz existente.
Una “rectificación” de Apple fue la salida al mercado del shuffle con botones (el último que ha salido), tras probar fortuna con un shuffle en el que no se podía retroceder o avanzar canciones, dependiendo de productos de terceros si queríamos utilizar unos auriculares que no fueran los de Apple. Aquí el minimalismo no estaba para nada justificado, y Apple tuvo que volver a los botones como parte integrante del hardware.
El iPhone, el iPod Touch, o el iPad cuentan con iOS, un excelente sistema operativo diseñado para las pantallas táctiles de los mismos. Al ser una interfaz “reprogramable”, el problema del hardware que comentaba anteriormente desaparece. Al contar con la posibilidad de hacer gestos, como el de “pellizco”, barrido con varios dedos, etc. las posibilidades de interactuar mejoran y los desarrolladores tienen más opciones para mejorar la experiencia de usuario.
Hace unos días hablaba en esta entrada del estudio de Nielsen Norman Group sobre las aplicaciones en el iPad y sobre cómo los usuarios interactúan con las mismas. En el estudio salían datos importantes como el desconocimiento de zonas actuables en la interfaz, gestos equivocados, selecciones demasiado pequeñas, etc. El minimalismo en estos casos puede ayudar si viene acompañado de unas instrucciones de usuario o bien si la aplicación es tan intuitiva y simple que no precisa de mucho más.
¿Qué pasa con el software en el Mac? Muchos de vosotros recordaréis un programa llamado Disco, para la grabación de CDs y DVDs en nuestros Mac. Disco nació en la época en la que muchos usuarios estaban interesados en grabar sus datos y sus canciones en los consumibles mencionados anteriormente, ya que los dispositivos de almacenamiento USB no eran tan populares (ni tan baratos) como ahora. Los programas existentes eran complicados, y para los usuarios recién llegados tener un programa que hiciera “sota, caballo y rey”, y que encima fuera bonito (Disco echaba humo cuando estaba quemando un CD o un DVD) tenía todo el sentido del mundo. ¿Tienen sentido los programas con interfaces minimalistas entonces? Claro, siempre que no oculten que su funcionalidad es limitada, o que vendan el minimalismo como valor añadido o como razón de ser de tal o cual aplicación.
También están los programas que juegan al minimalismo para ahorrar al usuario de interrupciones externas o distracciones innecesarias en el trabajo, como los editores de texto minimalistas. A algunos de mis compañeros parece que les convence dicho enfoque, pero en mi caso la concentración no se vé afectada por tener n pantallas abiertas o diferentes aplicaciones en pantalla. Supongo que dependerá del usuario pero para mí dichas ventajas no lo son tanto.
En resumen, menos es más sólo a veces. Si es una ventaja clara para el usuario y se ha concebido como tal, el minimalismo es más que bienvenido. Pero los ejercicios de quedarse con la esencia de algo y no morir o hacer morir a sus usuarios en el intento sólo están al alcance de unos pocos elegidos.
La semana que viene tendremos más noticias de iOS 5 y de Lion, los dos sistemas operativos de Apple pensando en el futuro. Esperemos que el minimalismo sea “del bueno” en los casos en los que aplique, y que se adueñen tanto de nuestro hardware como de nuestros corazones.
En Applesfera | Apple debería reinventar la rueda y Estudio sobre la usabilidad de las aplicaciones en el iPad
Ver 26 comentarios