Os lleváis la Nintendo Wii a casa de vuestros padres por Navidad para divertiros en familia con un enérgico combate de boxeo y una sesión de bolos en Wii Sports. Vuestros padres alucinan y deciden inmediatamente que quieren una. No esperas demasiado y esos mismos Reyes les cae una. Sus vecinos no tardan en probar también el juego y como si de un virus se tratara, de repente todo el mundo necesita una Wii.
Seguro que recordáis la situación, fue algo muy común hace unos pocos años, tan común como que todas esas consolas terminasen acumulando polvo como un artículo de decoración más del salón. Con los tablets ha pasado algo parecido, todo el mundo quería uno y tanto las pasadas navidades como las anteriores sin duda fueron uno de los regalos estrella.
Se trata de un gran invento. Uno que por primera vez acerca de verdad la informática personal a usuarios de todos los perfiles y rangos de edad
No es extraño. Después de todo se trata de un gran invento. Uno que por primera vez acerca de verdad la informática personal a usuarios de todos los perfiles y rangos de edad. Mi padre revisa las últimas subastas de eBay cómodamente en su sillón mientras mi madre lee tumbada en el sofá algún libro electrónico o navega por Internet riéndose con el último enlace que le han pasado sus amigas. Y sí, una Wii les observa desde el rincón de la habitación en el que ha pasado apagada los últimos seis años.
Pero claro, mis padres utilizan iPad, su segunda generación para ser más exactos, y lo utilizan a diario porque no solo les gusta, sino que además lo entienden y saben cómo utilizarlo para cosas que realmente querían hacer pero que muchas veces no hacían por la pesadez de sentarse delante del ordenador y enfrentarse a sus mil y un inconvenientes (desde el tiempo de arranque a la dificultad de uso, los problemas técnicos de última hora o la lejanía respecto a la chimenea, también un factor importante).
Sus vecinos también sucumbieron a la fiebre de los tablets, pero los 479 euros del iPad (o los 399 euros del iPad 2, ya rebajado por aquella época) era mucho más de lo que estaban dispuestos a gastar en esta ocasión. Por suerte para ellos, la oferta de tablets que habían surgido bajo la sombra del iPad se extendía en todas direcciones allá donde mirasen en los grandes almacenes. Samsung, Sony y también cientos de marcas desconocidas hasta entonces se agolpaban (y se siguen agolpando) con precios mucho más atractivos, algunos casi ridículos. Al fin y al cabo todas funcionan igual y sirven para lo mismo, ¿no?
Al fin y al cabo todas funcionan igual y sirven para lo mismo, ¿no?
Aparentemente no. O esa es la primera conclusión a la que se llega una y otra vez cada vez que miras las gráficas de Chitika sobre navegación web desde tablets y compruebas que año tras año, y por mucho que la competencia apriete y el mercado siga inundado de tablets a precio de saldo, prácticamente nadie utilice otra cosa que no sea el iPad. Tienen tablets, sí, pero como objetos de decoración.
Y es que no todos los tablets son iguales. Incluso los que funcionan genial, incluso los que sobre el papel superan al iPad en datos técnicos que desde luego no interesan a ninguna madre. Solo uno tiene iOS, solo uno tiene 500.000 aplicaciones que no son versiones de móviles ampliadas, solo uno dio en el clavo tan pronto como para que los que ya tenemos uno desde hace años sigamos exprimiéndolo sin sentir la necesidad de comprar otro. Se llama iPad y el primero que compres será tu fiel compañero durante más tiempo del que le conviene a la propia Apple. ¿El resto? Bueno, quedan geniales en el revistero o justo en el hueco que queda encima de la Wii.
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