Justo le acababa de llegar el billete del avión, con destino San Francisco. Había cogido lo esencial para el viaje, el resto lo compraría allí. Corría por los pasillos con el teléfono apoyado sobre el hombro y se había olvidado el traje en casa. Daba igual, el hombre al que iba a ver no se iba a fijar en eso. “¡El email es del p** Steve Jobs, sí! ¡Dile al equipo que esté listo mañana, pero tenemos que hablar todos antes!”. Para Bryan Thompson, en aquel mayo de 2010, lo más importante del mundo era no perder ese vuelo.
Tenía un proyecto entre manos con V-Vehicle, una misteriosa start-up que acababa de hacerse pública después de varios años en el anonimato, trabajando en algo diferente en el campo de la automoción. Era una época donde se comenzaba a pensar en la transición de los coches tradicionales, y aunque se planteaban el gas natural - que no es un recurso renovable - los directores de la empresa de capital riesgo que avalaba la empresa ya estaban en el negocio de los eléctricos. Sin embargo, lo más importante de su proyecto no era el modelo de combustión.
Un coche que cambiaría la industria automovilística
Thompson llevaba más de dos años trabajando en un prototipo que quería zarandear la industria automovilística. El objetivo de VVC como empresa era crear una empresa de fabricación de vehículos inteligentes y eficientes en combustible, ligeros y con diseño ultramoderno. Los materiales serían baratos pero de alta calidad, y el precio debería rondar los 14000 dólares para poder retar a la industria.
El equipo de diseño de aquel prototipo era de locos. Juanto a Thompson, estaba Tom Matano, que tenía más de 20 años de experiencia en diseños para la industria automovilística, trabajando con marcas de primer nivel como Mazda o BMW. Anke Bodack, una experta también en la industria, habiendo trabajado para Nissan durante más de 12 años y para una empresa de automoción con el curioso nombre de Next Autoworks Company (que fue el cambio de nombre de VCC varios años después.)
Lo que consiguieron fue desarrollar una carrocería fabricada con polipropileno y fibra de vidrio que era un 40% más ligera que un vehículo de acero convencional - con lo que el coche sería más eficiente - y que además costaría un 70% más barato de producir. La clave estaba en que esta carrocería no estaba fabricada una sola pieza tipo “unibody”, sino en una técnica reservada para los Ferrari 360 o la gama alta de Audi llamada “Space Frame”.
En el modelo “unibody”, las piezas se combinan para formar una pero por separado pierden su resistencia. Con la técnica “Space Frame”, la pieza no depende de ningún elemento más para añadir resistencia, se podría extraer del coche y la carrocería mantendría su ligereza y resistencia: eso hacia que el prototipo prototipo de Thompson se pudiera “actualizar” por el usuario.
Cuando la empresa se hizo pública, varios de los inversores de Silicon Valley que querían poner dinero en el proyecto echaron un vistazo a la idea. Alguien avisó a Steve Jobs, a quien contrató de “asesor informal” y al CEO de Apple se le iluminaron los ojos cuando vio de que iba todo aquello: tenía que verlo personalmente. Le envió un email a Thompson: “Soy Steve Jobs. Tráete el coche a mi casa”.
Una tarde con Steve Jobs y un coche secreto
Thompson acudía a la casa de Jobs en Palo Alto con una pequeña parte representativa de VCC y de su proyecto, sólo eran él y dos personas más. Cuando Jobs salió por la puerta, los ojos del genio de Apple no podían apartarse del coche incluso durante el apretón de manos. Su hijo, Reed, salió a buscarlo porque un prototipo del iPhone no funcionaba bien. “Vuelve a casa” - le dijo Jobs. Y se sentó en el lado del pasajero del coche.
Con Thompson de conductor, Jobs se giró a los acompañantes que estaban sentados en la parte de atrás y se lo dejó claro: “Salid del coche. No quiero a nadie más aquí”. Fue entonces cuando Jobs preguntó cómo estaba construido el coche y que método habían seguido para hacerlo. La industria automovilística era como un planeta nuevo para él, y parecía que acaba de aterrizar allí.
“Aprendí más sobre los plásticos con en todos mis años en la escuela de diseño o diseñando coches” - dijo Thompson posteriormente. Jobs entonces le explicaba cuales eran sus ideas sobre materiales, percepción e intuición en el diseño. Aquí nos encontraremos con algo que sigue estando en el ADN de Apple: “Sé honesto con los materiales, no lo disfraces” - dijo, señalando el salpicadero. Casi lo que ha ocurrido con la Dynamic Island en el iPhone 14 Pro: convertir algo a priori considerado como debilidad, en fortaleza.
En VCC habían fabricado la pieza del salpicadero como una mezcla de fibra, compuesto de resina sintética y pulpa de madera, para dar más sensación “premium”. Jobs tenía bien claro que si lo diseñaban también como una sola pieza sin mezclas daría una sensación mejor de alta precisión - que eran las bases del diseño industrial del director de diseño de Apple por aquel entonces, Jonathan Ive.
También le sugirió añadir tensión superficial al interior, parecido a cómo había hecho con el exterior. “Una superficie tensa tiene la sensación de que está llena de energía, como un animal listo para atacar. Es algo subconsciente que le da al producto una impresión de alta calidad y confianza”. Thompson no tenía la sensación de que Jobs le daba las respuestas literalmente, sino que le estaba indicando una dirección a la que seguir.
Jobs se impresionó de que un pequeño equipo como el de VCC sin los recursos corporativos de una gran empresa automovilística hubieran ejecutado un diseño tan bueno y simple. Ese fue quizás el momento donde el “Apple Car” empezó a ser posible en su cabeza, y al igual que había pasado con la industria de la telefonía móvil, irrumpir con fuerza y determinación.
“Tiene alma.” - le dijo Jobs a Thompson cuando acababan, justo las palabras que un diseñador quiere escuchar. No se trataba de un compendio de piezas y paneles electrónicos, era algo más - con alma. Como los productos de Apple. En el vuelo de vuelta, Thompson no dejó de pensar en las palabras de Jobs y se le ocurrieron cientos de ideas nuevas que no se le habían ocurrido antes.
Lamentablemente, el negocio de VCC - posteriormente Next Autoworks - fracasó debido a una mala gestión económica y a unos presupuestos estatales más ajustados que no permitieron a aquella pequeña empresa competir en la industria. Los diseños de Thompson fueron comprados por otra empresa de capital riesgo en 2015, y se planeaba construir el coche convertido en modelo eléctrico bajo la dirección de Tony Bonidy, que curiosamente fue el ex-director de NeXT Computer junto a Steve Jobs - aunque al final no se llevó a término. Sin embargo, seguro que sirvió para detonar algo dentro de Jobs y que quizás, siga vivo dentro de algún proyecto en Apple hoy en día.