Se acerca el verano y con él los tradicionales rumores acerca de la próxima generación del iPhone. Que si Liquidmetal, que si nuevo procesador A6, que si pantalla de 4 pulgadas protegida por Gorilla Glass 2… ya sabéis como son estas cosas. Al final Apple sacará lo que considere oportuno y los rumores acertarán en algunos puntos, irán completamente desencaminados en otros, y ni tan siquiera llegarán a adivinar algunas de las sorpresas de la keynote. Así son las presentaciones de Apple y así nos gusta que sean.
Pese a lo dicho, de todos los rumores, uno en concreto ha demostrado ser particularmente persistente: el próximo iPhone abandonará las 3,5 pulgadas para atreverse con tamaños mayores, probablemente unas contenidas 4 pulgadas. Y digo contenidas, porque comparadas con las 4,8 pulgadas del Samsung Galaxy S III, incluso este cambio puede parecer insuficiente para algunos. Así que, asumiendo que Apple responderá para variar al mercado con el iPhone de sexta generación, ¿cuáles son las ventajas e inconvenientes del aumento de tamaño de pantalla del terminal más esperado?
¿Nuevo iPhone con pantalla de 4 pulgadas? ¡Póngame dos!
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Las ventajas más evidentes son sin lugar una experiencia más satisfactoria realizando tareas tan cotidianas como visualizar fotos, reproducir vídeos, navegar por Internet o disfrutar de un buen videojuego. Una pantalla más grande también permite un teclado virtual más grande, y con él, una mayor comodidad a la hora de escribir mensajes, actualizar nuestro estado en las redes sociales, etc?
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En segundo lugar tenemos una razón puramente de marketing: una pantalla grande entra más por los ojos que otra pequeña. Las 3,5 pulgadas del iPhone nos han acompañado desde el primer modelo de 2007, y aunque en su día fueron una revolución, cinco años son muchos años y el mercado está ahora plagado de modelos que van desde las 4,3 pulgadas de terminales como Lumia 900 con Windows Phone al infinito catálogo de Android con las 4,7 pulgadas del HTC One X o las 4,8 del Samsung Galaxy S III. Y eso por no hablar de experimentos como el Galaxy Note de 5,3 pulgadas.
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Finalmente, desde un punto de vista físico, una pantalla de mayor tamaño implica casi por descontado un terminal también más grande pero probablemente más delgado. Hay opiniones para todos los gustos, pero una ventaja de hacer crecer el tamaño del terminal es disponer de más espacio para acoger una batería más generosa con la que contrarrestar el consumo de la pantalla y, dependiendo de la tecnología de esta, satisfacer también la demanda de un posible procesador más potentes.
¿Caballo grande ande o no ande? ¡Ni hablar!
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Pero no todos son ventajas y el primer inconveniente evidente va para los desarrolladores. iOS es una plataforma bastante compacta y en el peor de los casos tan solo hay que preocuparse de cuatro resoluciones: 480×320 píxeles (iPhone 3GS o anteriores), 960×640 píxeles (iPhone 4 o superior), 1024×768 píxeles (iPad 2 y original) y 2048×1536 píxeles (Nuevo iPad). Un nuevo tamaño de pantalla añade una nueva resolución también, y con ella, una mayor fragmentación de cara a los desarrolladores. Existen algunas ideas para hacer menos traumático el cambio, como hacer crecer la pantalla verticalmente pero no horizontalmente (añadiendo únicamente más espacio al viewport) pero al final, creo que es preferible mantener la proporción de 3:2 de todos los dispositivos con iOS (ver imagen superior).
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Aunque posiblemente contrarrestado por una eventual batería de mayor tamaño, el consumo es un problema al que Apple se tendrá que enfrentar si quiere aumentar la pantalla del iPhone. Según las pruebas, incluso con pantallas tan eficientes como la Super AMOLED Plus de 4,3 pulgadas del Samsung Galaxy S II la autonomía cae por debajo de lo que ofrece el iPhone 4S con 4 horas y media de navegación web frente a las 7 horas del iPhone de quinta generación u 8 horas de reproducción de vídeo frente a 9 horas y media. El único caso en el que el teléfono con mayor pantalla gana, es cuando esta queda fuera de la ecuación, es decir, durante las llamadas dándole la victoria con 8 horas y media de conversación frente a las 7 horas y 41 minutos del teléfono de Apple.
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Los últimos rumores hablan de un teléfono de 12,5 cm de alto por 5,85 cm de ancho y 0,74 cm de fondo frente a los 11,52 × 5,86 × 0,93 cm del iPhone 4S, es decir, un iPhone más delgado y un poco más alto. Esto cuadraría bien con la posibilidad de un cambio de proporción de la pantalla, pero si el rumor no es correcto y el aumento de tamaño mantiene la misma proporción que hasta ahora, Apple lo tendrá difícil para que las dimensiones físicas del teléfono no crezcan a lo ancho. Esto significaría automáticamente que un buen número de accesorios como la mayoría de docks con altavoces de diversas marcas dejasen de ser compatibles. Aunque claro, también se habla de un nuevo conector así que igualmente la retrocompatibilidad está sobre la cuerda floja.
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Para terminar tenemos el problema de la usabilidad. Como ya hemos comentado, las 3,5 pulgadas de todos los iPhone comercializados hasta la fecha no son fruto del azar sino que responden a la medida ideal que nos permite alcanzar cualquier punto de la pantalla cómodamente con el pulgar sujetando el teléfono con la mano. Hay gente (y manos) de todos los tamaños, pero la mayoría encontrará que mientras que puede realizar la prueba sin problemas en un iPhone, no existe un modo sencillo de lograrlo en ninguno de los mastodónticos terminales que abarrotan los escaparates en la actualidad. Saltar a las 4 pulgadas no es un cambio radical pero aunque aportará las ventajas anteriormente descritas, también reducirá un poco nuestra habilidad para manejar el teléfono con una única mano.
¿Y vosotros? ¿Qué opináis? ¿Os morís por un iPhone con una pantalla más generosa o preferís que sigan manteniendo el tamaño actual y se concentren en otros aspectos?
En Applesfera | El tamaño importa. La ventaja de las 3.5 pulgadas
Imagen conceptual | NAK Phone Design – iPhone 6th generation
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