En septiembre Apple presentó iTunes 11, una esperada y necesaria actualización, anunciada para lanzarse públicamente durante el mes de octubre. Las semanas fueron corriendo y seguíamos sin saber nade de iTunes y así, cuando el pasado 30 de octubre la compañía indicó que retrasaba su lanzamiento hasta noviembre, nos sentimos decepcionados aunque no realmente sorprendidos.
Tan solo un día antes, Apple había soltado el bombazo: el mayor cambio en su estructura organizativa desde el regreso de Steve Jobs a la compañía en 1997… la salida por la puerta de atrás de Scott Forstall, las nuevas responsabilidades de Jonathan Ive, la reestructuración de Siri y Mapas. ¿Casualidad? Por supuesto que no. Y el retraso de iTunes 11 tan solo es la punta del iceberg.
A lo que estamos asistiendo es a un cambio que se evidenciaba necesario tras los fiascos encadenados con el conocido asistente por voz lanzado junto a iOS 5 y los mapas de iOS 6, dos novedades que pese a sus virtudes fueron presentadas antes de estar listas para los focos empañando la imagen de la compañía y creando no pocas frustraciones entre sus usuarios.
Apple siempre había sido famosa por su atención a los detalles, y aunque los equipos de hardware han sabido estar a la altura, los de software han sufrido las consecuencias de cambiar de un modelo en el que los productos no se lanzaban hasta que estaban listos a otro en el que el calendario era inquebrantable.
En un panorama tan competitivo con Google y el resto pisándote los talones es normal sucumbir a la tentación y querer poner en la calle aquello en lo que llevas meses trabajando, pero la práctica demuestra que cuando hablamos de desarrollos complejos los lanzamientos basados únicamente en el calendario siempre son una mala idea. Y no solo por ser caldo de cultivo para los errores, sino por frenar la innovación.
Imaginad que trabajáis en una famosa compañía que atrae la atención de todas las miradas. Imaginad que las estáis pasando canutas para cumplir los plazos impuestos en base a algún criterio de marketing y que no sabéis si tendréis que echar más horas de la cuenta para lograrlo. Imaginad que descansáis un instante, miráis por la ventana y se os ocurre una gran idea que implicaría volver atrás y tirar meses de trabajo a la basura. ¿Se la contaríais a vuestros compañeros? Probablemente no.
Por eso quiero pensar que el retraso de iTunes 11 es algo más, algo bueno: la prueba de que los cambios en la cúpula de Apple, que se extienden hasta muy por debajo de ella, van en la dirección correcta. Como decía mi compañero Miguel López, es la hora del software y no se vosotros, pero yo tengo confianza en que así será.
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