Hace alrededor de un mes, el disco duro de mi iPod de cuarta generación decidió pasar a mejor vida, tras unos cuantos años de deber cumplido y buen servicio a diario. Tras algunos infructuosos esfuerzos de intentarle inyectar vida, y ver que la búsqueda de un nuevo disco duro salía casi tan caro como comprar un iPod nuevo, he pasado por caja y he comprado un iPod classic.
Antes de proseguir con la entrada, deciros que el iPod de cuarta generación era utilizado en un 100% de las ocasiones conectado a un Dension Icelink en el coche, sistema que permite el control desde los mandos del autorradio y, en mi caso, incluso desde los botones del volante. Por ello, el único contacto físico con un iPod (o algo parecido al mismo) que he tenido a lo largo de estos años era a través de la función de música del iPhone, con una GUI espectacular.
Y ahora viene el motivo de esta entrada, el choque que ha supuesto volver a encontrarme con la rueda en el nuevo iPod classic. Estos días estoy utilizándolo bastante como iPod, es decir, con los auriculares de toda la vida y no conectado al coche. Bueno, pues el choque ha sido algo brutal, acostumbrado por un lado a la pantalla táctil del iPhone y, por otro, al ver la sobrecarga de funcionalidad en el interfaz limitado del iPod classic de última generación frente al iPod de cuarta generación.
Os sigo poniendo en antecedentes. El iPod de cuarta generación fue el modelo anterior al iPod video. Contaba con una pantalla monocromo retroiluminada, en la cual podíamos acceder a las funciones básicas, todo gestionado por medio de listas y las pocas funciones que precisaban una representación gráfica eran perfectamente accesibles y usables mediante la rueda. Por ejemplo, durante la reproducción, la rueda servía para subir y bajar el volumen, un clic en el botón central permitía acceder a un punto en concreto en la reproducción, y dos toques servían para poner la puntuación (estrellas) de la canción. Hasta aquí todo perfecto.
En el iPod classic nuevo, resulta que el botón central está sobrecargado (si me permitís el “palabro” y el símil de programación) con un montón de funciones. El posicionamiento, que si la activación de Genius, puntuación, control aleatorio de la reproducción, y vuelta al volúmen. Ah, y si mantenemos pulsado el botón, accedemos a otro menú en el que podemos acceder todavía a más funciones. La activación de Genius, en lugar de mostrarse como algo a activar en la rueda, aparece con una flecha a derechas, lo que podría prestarse a pulsar el botón de avance, lo que hace pasar a la siguiente canción, y no activar la misma. Es decir, que no se utilizan correctamente los símiles visuales con la rueda.
Si bien es cierto que las mejoras a la hora de elegir una opción en una lista siguen funcionando bastante bien con la rueda, gracias sobre todo a la función de aceleración de la lista y a la función alfabética que permite ir seleccionando por inicial, por ejemplo en la lista de canciones, creo que Apple debería volver a darle “una pensada” a la rueda del Classic y a la GUI del mismo. Tal vez convertir la rueda en un trackpad, que permita no sólo girar y pulsar, sino que permita un acceso a los menús basado en la posición del dedo, o alguna otra nueva forma de control. O que la pantalla del classic sea también táctil, aunque más pequeña que en el iPod Touch o el iPhone. Pero, tal como está ahora, la verdad es que no me gusta y me sabe a poco, sobre todo viniendo de la magnificencia del iPhone.
Me quedo con la impresión de que las “niñas bonitas” en cuanto avance en la GUI y en el control son el Touch y el iPhone, y que pocos avances ha habido en el iPod “de toda la vida”, salvo introducir nueva funcionalidad en el mismo, que es bienvenida, dicho sea de paso, pero el manejo del iPod no ha evolucionado a la par.
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