"Technology is lust removed from nature."
Don DeLillo
De niño, la tecnología ya me fascinaba: no entendía que extraña magia actuaba dentro de aquellos dispositivos y nos permitía hacer cosas increíbles. Recurría a comics o a libros de ciencia ficción - algunos años después - navegando entre mundos fantásticos intentando encontrar la respuesta de cómo funcionan las cosas, qué y como se activaba cada resorte - casi fuera de nuestro tiempo - que nos alejaba tanto de la cotidianidad del día a día.
Lo importante es que navegábamos - entre nuestros deseos y lo que éramos capaces de conseguir - y eso siempre ha sido un punto mínimo a considerar en todo esto y una asíntota a la que hay que aspirar pero que es mucho mejor no alcanzar nunca. Durante todos estos años, cada eslabón de esta cadena de conocimiento que da lugar a creaciones increíbles no se ha detenido nunca, se ha acelerado. Y ese impulso - casi siempre inerciado por genios - es lo que mantiene la chispa la innovación, de llegar más lejos.
De niño no entendía como funcionaban las cosas por dentro pero empezaba a tener claro como me gustaría que lo hicieran por fuera. Si tienes un lienzo en blanco para imaginar un producto perfecto que haga lo que tu quieres, ¿que esbozarías? ¿Cual sería el punto equidistante entre esa cierta magia que opera en los entresijos de la tecnología, y lo que te ofrece al manejarla? ¿Como conseguir el equilibrio entre lo perfecto y lo realista? Un día - hace algunos años - alguien en Apple dibujó un arquetipo. Hoy hablaremos sobre él.
El primer contacto
Tuve el privilegio de asistir a la keynote del iPhone X en el Apple Park. La primera vez que vimos el iPhone X (diez, no “equis”), a todos nos resulto extrañamente familiar: en los últimos años, los rumores e inevitables filtraciones desde las cadenas de montaje ya nos anticipaban lo que podría ser el diseño del nuevo producto insignia de Apple. Antes de eso, la intenciones de la compañía por poner en el mercado una nueva generación de iPhone que fueran todo pantalla - tal y como la tendencia del mercado parecía apuntar.
Quitar los marcos en un iPhone enfrentaba a la compañía a muchos retos: el primero de todo era que había que dejar atrás algo que funcionaba realmente bien y que demostró que la tecnología funciona, el Touch ID. Además, había que dejarlo atrás en uno de los momentos más interesantes, ya que la segunda generación del sensor funcionaba de forma increíble. Tener un iPhone que fuera todo pantalla también alteraba la forma en la que interactuábamos con el sistema operativo: no tenemos botón, y es necesario para algunas de las interacciones básicas del usuario.
Más en profundidad, iOS propiamente necesitaría un cambio en la interfaz ya que el tamaño y la disposición de la pantalla había cambiado: más espacio, nuevas formas de relacionarse con el usuario. Sin embargo, cuando en aquella enorme pantalla del Steve Jobs Theater se confirmó el diseño final del dispositivo sólo me vino a la cabeza una cosa: “hay que volver a aprender a utilizar un iPhone” - y por eso este iPhone X es realmente la base para los próximos diez años de innovaciones.
Encontrarnos de nuevo
Con el iPhone X, la primera idea que viene a la cabeza puede no ser la correcta: algunas de las cosas que pensaba en las primeras pruebas que hicimos en Cupertino, ahora - un mes después - utilizándolo a fondo no las considero tan importantes, y otra a las que no le di importancia, sí. Realmente, es como volver a descubrir como es vivir con un iPhone, sólo que contando con la experiencia que todos tenemos diez años después de utilizar distintas generaciones.
El iPhone X tiene la envergadura y el tamaño de pantalla ideal, a camino entre los modelos normales y los Plus
Hay que tener en cuenta que venimos de distintos tamaños: la llegada de los modelos Plus desde la generación de iPhone 6 hizo que muchos nos acostumbráramos a utilizarlos y a llevarlos a pesar de su envergadura. La mayor pantalla es algo que gustó a muchos usuarios, en principio reacios - entre los que me incluyo - pero que después de llevarlos varios días ya puedes entender que no hay vuelta atrás. Y después de todos aquellos modelos Plus, Apple lanza al mercado un teléfono inteligente con menor envergadura pero mayor pantalla - es la optimización del concepto, y es algo que todos hemos agradecido al sostener por primera vez el iPhone X en nuestras manos.
El nuevo diseño da todo el protagonismo a la increíble pantalla y a su nueva fabricación de vidrio que permite la carga inalámbrica
Con un peso contenido pero con el tamaño perfecto en la mano - a este nivel no se diferencia mucho del iPhone 8 de esta misma generación - pero la pantalla copa todo el protagonismo y le da un aire ciertamente distinto. Del vidrio que Apple que recubre tanto la pantalla como la nueva parte trasera, Apple nos dice que es el más resistente jamás usado en un iPhone, pero ojo “resistente” no significa irrompible, y este nuevo teléfono requiere tener ciertos cuidados extras para mantenerlo en perfecto estado. Rodeado con acero inoxidable forjado con lo más altos niveles de calidad y precisión para conseguir un diseño diáfano, en color gris espacial o plata (según el color de la parte trasera del modelo). Ambos diseños dan muy buen resultado visual, y en mi opinión el modelo en blanco evoca ciertos recuerdos a las primeras generaciones del teléfono, con muy buenas sensaciones. Sin embargo, estamos ante un iPhone todo pantalla y ella es la gran protagonista del teléfono - y en la mayoría de aspectos, el alma del nuevo iPhone X.
La estrategia de Apple
Steve Jobs quería que el iPhone original no tuviera ningún botón - y Jonathan Ive le convenció para que, al menos, existiera uno que sirviera para orientar al usuario. En aquel momento, la tecnología en los dispositivos móviles estaba muy basada en botones, y era necesario darle el nuevo usuario de un teléfono tan innovador como el iPhone de un elemento de confianza y familiaridad: el botón famoso “Home”, cuyo diseño no sólo se utilizó para definir al teléfono de Apple, también para diferenciarlo de cualquier otro.
Con el iPhone X, Apple corta de lleno con elementos muy familiares de las anteriores generaciones - y cambia de estrategia, otorgándole más peso al sistema operativo como elemento familiar: la gente ya no necesita sentirse cómoda con botones físicos porque cuenta con un sistema operativo que en once iteraciones ha evolucionado con los usuarios sin bandazos en el mapa de ruta. Y aquí es donde Apple ha permanecido fuerte durante todos estos años, manteniendo y perfeccionando un sistema operativo sin alterar su fundación base - esos son los cimientos que permitirán que futuros iPhone con tecnologías que aún no hemos visto sean tan fácil de utilizar como lo fue el primero, o este.
En mi opinión, este es el motivo por el que en ocasiones parezca que iOS no se lanza al vacío con cambios drásticos como la competencia - que sólo buscan llamar la atención al primer impacto pero desfallecen en la constancia del día a día - y se entiende perfectamente qué es lo que Apple está construyendo. Para mi, es un trabajo muy valiente y este iPhone X nos ha demostrado cómo la compañía está conectando los puntos hacia atrás, siendo iOS el eje transversal que le da sentido a la plataforma.
Los nuevos gestos naturales en el iPhone X mejoran su uso más allá de pulsar un botón: no querremos volver atrás
La demostración es que cualquiera que utilice un iPhone X lo entenderá casi a primera vista, tanto su filosofía como la forma en la que trabajamos con el sistema operativo. El cambio que más impacta es el botón Home por el gesto de deslizar hacia arriba, pero desde las primeras pruebas ya se entiende que es mucho más natural que pulsar cualquier botón: por eso Apple no ha construido ningún botón “virtual” - como el de la linterna, o la cámara en la pantalla de desbloqueo. Lo natural cuando quieres apartar una pantalla, es deslizarla: es lo que hacemos cuando pasamos la página de un libro.
Ni siquiera Touch ID debajo de la pantalla hubiera sido útil aquí, ya que el sensor debería reconocer nuestra huella en cualquier parte de la pantalla con un sensor gigante - fijaos que solo exponer la idea ya parece tosca. Era el momento de buscar algo distinto, invisible y rozando los bordes que la tecnología ofrece: Face ID, del que hablaremos más adelante. Todo combinado hace que el familiar iOS se convierta en algo más natural y que no impacta en una curva de uso alterada artificialmente hacia el usuario.
El alma del iPhone X, la pantalla
La calidad de la pantalla es increíble: el nuevo contraste y el panel OLED mejorado hacen que el iPhone X destaque por encima de otras generaciones con la pantalla Super Retina HD
La pantalla es increíble. En cada generación de iPhone Apple contiene las especificaciones, adaptándolas y creando pantallas que funcionan muy bien en combinación con el software - en el sentido de ahorro energético, calidad y profundidad de color. Sin embargo, la pantalla Super Retina HD es algo que os animo a ver en directo si aún no lo habéis hecho. Apple ha construido la pantalla perfecta para el iPhone, por primera vez con tecnología OLED y un contraste de 1.000.000:1, resolución de 2.436 por 1.125 a 458 puntos por pulgada, que si bien no es la que más resolución tiene en el mercado, es una de las mejores en precisión de color, contraste y definición. Apple mejora en los puntos débiles la tecnología OLED y presenta unos gráficos con unos colores negros cerrados y profundos, que la gama cromática de corte cinematográfico P3 se encarga de ampliar y el True Tone con de blancos ambiental de redondear. También es la primera pantalla HDR en un iPhone (ni el iPhone 8 o el iPhone 8 Plus lo son).
El brillo de 625 cd/m2 ayuda mucho a utilizar el teléfono aún en la exposición directa al sol, y la gran pantalla para mostrar contenidos impresiona a primera vista cuando tenemos el teléfono en la mano. Me gustó la rapidez de los desarrolladores por adaptar sus aplicaciones al nuevo iPhone X, que se pusieron a trabajar cuando Xcode estuvo preparado para el nuevo dispositivo. En general, los desarrolladores han apostado mucho por este nuevo buque insignia de Apple, adaptando Face ID para preparar el lanzamiento del teléfono y creando interfaces de usuario que aprovechan aún más el lienzo que Apple les ofrece para sus apps.
Hablemos del controvertido “notch”, península o rectángulo superior donde se almacenan las cámaras True Depth, artífices de la pura magia del Face ID. No me gustó cuando lo vi en la presentación, aunque cuando pude probarlo en mano después de la zona de prensa no me molestó demasiado. En cualquier caso, salí de ahí con la sensación de que ese rectángulo se podría haber evitado si Apple hubiera querido. Días después, era la propia Apple quien explicaba a los desarrolladores que esa zona no había que ocultarla (con fondos negros, o similares, en las apps) sino incluso resaltarla, utilizarla. Había llegado el famoso lema “embrace the notch”, utilizar casi como bandera algo que sólo tenía el iPhone X.
Apple decidió convertir el "notch" en un símbolo que esboza la figura que distinguirá una nueva generación de iPhones, del resto
Y esa era la clave. En prensa diversos artículos nos decían que Apple buscaba a propósito convertir la pantalla en un elemento diferenciador de la competencia, y no hubiera sido posible si crean la misma pantalla rectangular que tiene todo el mundo. Al fin y al cabo, la silueta del iPhone es prácticamente un icono en el mundo de los teléfonos inteligentes, y es un símbolo muy importante para la marca que no había que perder. Puede funcionar como explicación a la decisión de Apple - al menos hasta que se encuentre el nuevo San Gréal de esta nueva década en la que nos estamos metiendo de lleno: pantallas que puedan ocultar sensores detrás de ellas.
Sin embargo, ¿cómo funciona en el día a día? Tengo que decir que molesta más bien poco al uso: en modo vertical el hueco ocupado por él está vacío y no notamos mucho cambio respecto a una generación anterior del teléfono. Es en horizontal cuando vemos un vídeo a pantalla completa - también podemos ajusta la pantalla a que se muestre a partir de él - cuando nos aparece a la izquierda: pero sinceramente, la espectacular pantalla de borde a borde hace que ese rectángulo parezca insignificante ahí. Navegar por internet en modo horizontal sí es un poco molesto al principio con el “notch”, que desplaza todo el contenido hacia la derecha, pero tampoco es algo grave porque hay más espacio que aprovechar hacia el otro lado y después de utilizarlo varias veces este notch casi desaparece.
Apple debe mejorar aspectos que el "notch" tapa, como los iconos de estado, que en ciertas ocasiones confunden al usuario
Pero no es perfecto: hay un problema que personalmente me ha molestado bastante con esta “península” y que creo que Apple debería mejorar vía software o con alguna magia nueva vía hardware para ocultar los sensores: se trata de los iconos de estado que se muestran en la parte superior. Me parece un error de diseño que no se puedan ver los iconos de las alarmas, o peor aún, el del modo “No molestar”, hasta que se desliza el centro de control hacia abajo. Estos iconos nos dicen cosas importantes que están pasando en el teléfono, y más de una mañana he descubierto que no recibía llamadas porque el modo “No molestar” estaba activado pero no me había dado cuenta porque en la pantalla no me aparecía ningún aviso.
Se me ocurren varias soluciones: quizás se podría eliminar por completo mostrar el nombre del operador en la pantalla de desbloqueo, y mostrar ahí estos iconos - o incluso que podamos personalizar cuales queremos ver ahí. También se podría aprovechar la enorme pantalla para mostrar de forma visual todo esto, aunque luego en la barra superior no se vean. Hay opciones que Apple debería explorar y dar solución, ya que es especialmente molesto a veces. Ver vídeos a pantalla completa, o navegar por internet o el uso diario de apps con este “rectángulo”, sinceramente, no me parece ningún problema.
El diseño del teléfono funciona: parece salido de una película de ciencia ficción - y el uso es natural, fluido y combina perfectamente hardware y software
En mano el teléfono luce como si fuera salido de una película de ciencia ficción: no sólo es fácilmente reconocible por cualquiera - aquí es donde funciona muy bien esta península diferenciadora - sino que transmite gran calidad en los materiales y es comodísimo tener en mano, sin resbalar, con buen agarre y una increíble pantalla OLED que se disfruta desde el minuto uno. El nuevo - pero familiar - iOS preparado para el iPhone X potencia estas sensaciones porque el uso con los gestos es muy agradable y cómodo: tanto, que si volvéis a otro teléfono ya no volveréis a pulsar otro botón y haréis el gesto de deslizar para abrir también en ellos. Aquí, es donde entendemos que Apple ha acertado con la combinación hardware y software, y la forma natural y sin retardos, tirones o problemas que podríamos llegar a pensar en una nueva tecnología.
Face ID
Algo que definirá esta generación del iPhone X es Face ID, el desbloqueo facial que Apple ha incoporado en este modelo que parte de la compra de la compañía PrimeSense, la responsable detrás de Kinect. Es increíble pensar como toda esa tecnología ha conseguido mejorarse y miniaturizarse dentro de una barra de sensores del tamaño que tenemos en este teléfono, tan sólo cinco años después. Los sensores TrueDepth son realmente ocho: una cámara FaceTime de 7MP, cámara de infrarrojos, proyector de puntos, iluminador IR, sensor de proximidad, sensor de luz ambiental, altavoz y micrófono.
Esta nueva barra de sensores se utiliza para proyectar y analizar más de 30.000 puntos (invisibles) que crean un mapa tridimensional de cada cara, incluso a oscuras gracias al iluminador por luz infrarroja. Después, la cámara de infrarrojos analiza el patrón de puntos de la cara, captura la imagen y envía los datos para su verificación al Secure Enclave, el chip seguro - que no almacena ningún dato fuera del teléfono - para que el chip A11 Bionic confirme que el patrón es el del usuario registrado. Todo esto se hace en un alucinante tiempo real que es prácticamente instantáneo, incluso aunque cambiemos de atuendo, llevemos barba o tengamos gafas de sol. En todas mis pruebas ha funcionado, incluso con algunos modelos de gafas polarizadas.
Esto consigue de nuevo que una tecnología tan compleja sea prácticamente invisible al usuario, que no tiene ni que darse cuenta de que existe para ver que funciona. Y funciona siempre y cuando no haya nada que tape parcialmente la cara, como una manta o similar - aunque si que funciona con bufandas si quedan fuera de esta zona. En cualquier caso, Face ID utiliza patrones adaptativos que en caso de duda, te pedirán tu contraseña ante la duda y almacenara nuevos patrones que irá comparando de forma incremental para detectar y anticiparse a los cambios. Es verdaderamente increíble como esto lo tenemos funcionando de esta forma, en una primera generación, en un teléfono de este tamaño: y es el artífice de una nueva forma de trabajo natural con gestos con el teléfono que hace que - sinceramente - no echemos de menos ningún botón y que Touch ID parezca cosa del pasado.
Mención especial para las cosas que podrían llegar en el futuro: el reconocimiento facial para apps, juegos, los famosísimos y divertidos Animojis, los mensajes que nos llegan pero que se muestran ocultos por privacidad - hasta que los miramos. Son pequeñas cosas que suman al conjunto que Apple quiere conseguir con el producto, y es una experiencia perfecta de uso - y que nos parezca un auténtico salto hacia adelante más que una mera evolución. Si queréis probar el poder de estos nuevos sensores TrueDepth, os animo a que os bajéis una app como MeasureKit y elijáis la herramienta Face Mesh que mide y mapea en tiempo real los rostros: sin ningún tipo de retardo o parón, es capaz de muestrear la cara y sobreimprimirla sobre el vídeo que captura.
Tecnología generacional
Este año hemos tenido dos protagonistas en la gama iPhone: el iPhone propiamente dicho de esta generación - el iPhone 8 - y una declaración de intenciones de futuro como es el iPhone X. Esto hace que este nuevo modelo comparta muchas de las claves del iPhone 8, más allá de la tecnología propia que define al iPhone X, como es el chip A11 Bionic - el auténtico artífice de todo que utiliza un motor neuronal para procesar fotos, patrones de rostros en Face ID o acelerar ciertas tareas del sistema operativo.
En el iPhone X, el chip A11 Bionic también ayuda a la conservación de energía: el rendimiento se exprime al máximo pero conteniendo el consumo de energía dictado por el chip que trabaja en perfecta armonía con el sistema operativo. El resultado es una mejora muy notable en la batería de este iPhone X - también cuenta con una de más tamaño dividida en dos bloques - que hace que podamos utilizarlo unas dos horas más de media respecto al iPhone 8 o generaciones anteriores. De nuevo, recuerdo que esto es también una proeza a nivel de ingeniería que no hay que menospreciar: contamos con un teléfono también con más pantalla que alimentar, sensores que hacen cálculos increíbles por segundo, etc…
Las cámaras son también prácticamente iguales a las del iPhone 8 Plus, excepto por la apertura de la cámara teleobjetivo, en el iPhone X tiene menos apertura ƒ/2,4 respecto a los ƒ/2,8 del iPhone 8 Plus. El iPhone X gana puntos dotando de doble estabilización óptica de imagen a las cámaras, por primera vez en un iPhone - que ayuda a mejorar las fotos sobre todo con poca luminosidad o las fotos rápidas o en movimiento. Los parámetros de grabación de video tienen exactamente las mismas características del iPhone 8 Plus - en definitiva, algo de mejora en las cámaras sobre el papel respecto a lo que comentamos en el análisis del iPhone 8 Plus, pero nada tremendamente rompedor que diferencie entre gamas, obteniendo los mismos excelentes resultados que su compañero de generación.
El iPhone que lo cambiará todo
Este es el iPhone que lo cambiará todo para Apple. Es la base de su estrategia en el futuro, entendiendo la misma como una combinación de materiales de calidad, un sistema operativo evolucionado que no complica al usuario y poniendo tecnología que desde el primer uso sorprenden por el funcionamiento. No rompe por completo con el paradigma del iPhone, sino que continúa con su mitología y la lleva más allá, dejando bien claro que Apple no hace las cosas dando pasos en falso y que el mapa de ruta para el futuro es excelente.
El iPhone Diez (perdón, iPhone X) funciona. Es un teléfono increíble en construcción y funcionamiento que lleva la simbiosis hardware + software a otro nivel, y aunque no sea un producto perfecto sí es un resultado redondo que podríamos calificar de pura lujuria tecnológica: todo lo que lleva este iPhone X son excesos, derroche de ambición tecnológica que en el día a día no sólo cumple con las promesas que promete Apple sino que nos descubre nuevas formas de usar un iPhone - aventurándonos a un futuro que promete ser increíble, y que acaba de empezar.
Y sí, es cierto, es caro. En muchos sentidos, me gusta recordar este excéntrico resultado como fruto de los trazos de un niño. Si te pidieran que dibujaras un iPhone perfecto, sólo sería una pantalla pequeña con tecnología casi indiscernible de la magia, que pudiera hacer cosas que ciertamente nos parecerían imposibles hace sólo cinco años. Este lienzo en blanco ha hecho que Apple consiga un producto increíble con ambición desmedida, y me encanta que la compañía tenga tanta hambre como para dar estos mordiscos. Stay hungry, stay foolish. Querido Jobs: sin duda este es el dispositivo que empezaste a soñar y que con el iPhone X, empieza a ser más realidad que nunca.
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