El potencial de un producto tecnológico debería medirse por su capacidad de generar un cambio duradero en nosotros, no por sus características técnicas. Que en el corto plazo influya nuestras costumbres diarias para que en el largo se conviertan en hábitos establecidos. Hace unas pocas semanas me he dado cuenta de lo mucho que han cambiado mis sesiones de música y podcasts, así como de llamadas y mensajes. Todo porque hace siete meses que coloqué unos AirPods en mis oídos. Desde entonces, nada ha vuelto a ser igual.
Queda inaugurada la era d. A. (después de los AirPods)
Los auriculares inalámbricos con bluetooth existen desde hace años en forma de manos libres. Comenzaron con los típicos compromisos de una tecnología inmadura, como eran una autonomía y conectividad atroz. Pasó el tiempo y empezaron a aparecer los primeros auriculares para escuchar música, con mejor tecnología, conectividad y autonomía, pero no sucedió nada revolucionario.
Hace dos años que comenzó la carrera por los auriculares inalámbricos por completo, esto es, sin ningún tipo de cable. Un hito inevitable pero que dejaba sin atajar los principales problemas de este tipo de productos: una conexión de confianza y una autonomía suficiente. Apple solucionó todo esto de un plumazo en septiembre del año pasado con los AirPods, unos auriculares que parecen sacados de una novela de ciencia ficción.
Por alguna razón que nunca conoceremos (problemas de producción o calidad en el último momento), su lanzamiento se pospuso hasta mediados de diciembre. Para colmo, sigue existiendo una espera de 6 semanas para quienes quieran comprarlo online en vez de probar suerte en una tienda de Apple. Algo inaudito en la empresa líder en operaciones.
Dejando estos problemas a un lado, pedí los míos unas pocas horas después de abrirse las reservas y los acabé recibiendo a finales de diciembre del año pasado (con varias semanas de adelanto, por cierto). Entonces no lo supe, pero los AirPods me han hecho superar una frontera que difícilmente podría desandar. Para mí, es el comienzo de una nueva era. La era d. A., después de los AirPods.
Ampliando usos y situaciones cotidianas
Para quienes no se hayan percatado, Apple suele tomar tecnologías interesantes pero de nicho para darles un toque singular que las convierte en mainstream. A veces simplemente las abraza e incorpora a su ecosistema, las combina de forma novedosa con elementos ya existentes y otras las transforma de manera radical. El resultado suele ser el mismo: popularizar una categoría y abrir el mercado en canal. Sucedió con el Mac, iPod, iPhone, iPad y Apple Watch.
Con los AirPods ha vuelto a ocurrir.
Como es evidente, no es un producto con la talla e influencia del iPhone, pero sí que ha sido capaz de modificar el comportamiento de sus usuarios. A veces de la manera más insospechada. Para empezar y desde que descubrí que el pequeño estuche de los AirPods cabía en el pequeño bolsillo que tienen casi todos los pantalones y pantalones cortos, siempre vienen conmigo.
Hasta el punto de que no puedo salir de casa sin ellos. Porque si me doy cuenta de que no los he trasladado de un pantalón a otro, tengo que volver. Hace un par de meses iba a la estación de tren para un viaje largo y me di cuenta de que los había dejado cargando en la mesita de noche. Tuve que volver en el coche que alquilé (no recuerdo si un eMov o Car2Go) hasta casa, recogerlos y esperar a que apareciera uno nuevo de alquiler. Me consta de otros usuarios que han tenido que hacer lo mismo, a riesgo de perder trenes y vuelos. Puedes irte de casa sin la cartera, pero no puedes quedarte sin los AirPods.
La razón detrás de estas reacciones no es otra que la creación de un hábito muy poderoso: la posibilidad de tener una pieza de tecnología colgando de los oídos y que pasa casi desapercibida.
Mucho más que música
Como auriculares que son, los AirPods son estupendos para escuchar música (siempre que no seas un audiófilo). Pero también sirven para cualquier tipo de contenido audiovisual como podcasts, películas y juegos. Sin embargo, llevan mucho más allá los usos comunes de unos auriculares con cable, ya que la ausencia de éstos elimina incomodidades y obstáculos.
Poder llevarlos en el bolsillo pequeño del pantalón hace que no me plantee el hecho de escuchar música o ponerme al día con un podcast. La eliminación de cables y su autonomía de 24 horas con una sola carga gracias al estuche ha suprimido el roce que producen unos auriculares tradicionales. Antes tenías que pasarte unos segundos (o varios minutos, dependiendo de tu habilidad) desenrollando el cable de los auriculares, cuando ahora es tan sencillo como abrir el estuche y colocarlos en los oídos.
Una mejora que parece diminuta o menor, pero que para mí ha demostrado ser clave a la hora de consumir contenido de audio. Estoy seguro de que si pudiera medir mi consumo antes y después de los AirPods, éste habría aumentado. De hecho, cuando estuve probando el MacBook hace unas semanas, aumentó mi escucha de música en él debido a que es capaz de conectarse con rapidez con los AirPods. Algo que tengo que hacer manualmente en mi MacBook Pro de 2011 por la ausencia de bluetooth 4.0.
Otra situación en la que los AirPods se han vuelto indispensables es en combinación con mi Apple Watch en el gimnasio. Cada vez que voy a hacer ejercicio y veo a la gente utilizando auriculares con cables, sería impensable para mí volver a ellos. Sin duda, ha supuesto una liberación.
Y por último, está la posibilidad de hacer llamadas y enviar mensajes a través de Siri. Su tiempo de reacción no es aún perfecto, pero es el más rápido de todos los auriculares sin cable que he probado. Ahora puedo hacer cosas sin sacar el iPhone del bolsillo cuando estoy haciendo la compra o paseando al perro.
He probado varios auriculares inalámbricos, incluso los conocidos The Dash de Bragi, y con ninguno he conectado de la misma manera. Sin duda, se han convertido en mi dispositivo favorito sacado por Apple de los últimos años.
En Applesfera | Análisis AirPods, ciencia ficción inalámbrica.
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